Asesinatos, secuestros, desaparecidos, delincuencia bien organizada, sangre sobre sangre. Así vamos días, semanas, meses y años.
Décadas viviendo así en nuestro amado, pero atribulado México. Sumidos en el horror y la desesperanza.
Aquí no hay tregua, las cifras de la delincuencia crecen. Todas las autoridades, de todos los niveles y del partido que sean lo lamentan y se escandalizan. Pero enmudecen y se entumen. No hacen nada. Nadie se faja los pantalones, nadie manotea la mesa, nadie sufre, a nadie le importa. Y menos cuando todos están expectantes en los resultados del 4 de junio.
Hace unos días, el 23 de marzo, cuando asesinaron a Miroslava Breach en Chihuahua, escribí aquí mismo: “El asesinato de periodistas no ha sido prioridad en la agenda de ningún mandatario. No les importa la ejecución de comunicadores. Su asesinato provocó indignación nacional. Hemos exigido que se esclarezca el caso, que se encuentre a los culpables y que se castigue de manera ejemplar. Hemos dicho y escrito “ni un periodista más” ¿Y luego? La historia volverá a empezar, quizá muy pronto, ojalá que no, con otro nombre y otra familia de luto. Porque así se ha engrosado la lista de casos no resueltos y que rápido se les olvida a las autoridades”.
Lamentablemente sí fue muy pronto. Otras familias más están de luto. A Cecilio Pineda lo mataron el 2 de marzo y a Maximino Rodríguez el 14 de abril. El 15 de mayo, otros dos. Javier Valdez Cárdenas, fundador del semanario Ríodoce, corresponsal de la Jornada y autor de varios libros, fue ejecutado a balazos en Culiacán, Sinaloa.
En Jalisco, en el municipio de Autlán, mataron al reportero Héctor Jonathan, hijo de Héctor Rodríguez Peñaloza, director del semanario “El Costeño”. Iba con su mamá Sonia Córdova, quien también trabaja en el semanario y a quien hirieron de gravedad.
Las condolencias y las condenas de autoridades y funcionarios a través de las redes sociales, insultan. Pero no sirven de nada. Necesitamos acciones, no 140 caracteres.
En un estado fallido ¿qué se puede hacer para proteger a los periodistas? A esos colegas que hablan con la pluma, que son honestos, que hacen periodismo de investigación, que con valentía denuncian, exhiben y cuestionan a ese letal binomio: narco-política. A ellos, quién los protege. ¿Un mensaje en las redes?
La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión no tiene dientes. No sirve para nada. La impunidad avanza y la justicia se estanca.
En México matan periodistas para callarlos. En cinco meses van siete, que suman 31 durante esta administración y más de 100 en los últimos tres sexenios.
Desde hace años sabemos que ser periodista en México es de alto riesgo. Más que una profesión, es una sentencia de muerte. Somos el país más peligroso en este tema, solo después de Siria y Afganistán.
Amnistía Internacional denunció que ese continuo derramamiento de sangre, del cual las autoridades prefieren hacer caso omiso, genera un profundo vacío que afecta el ejercicio de la libertad de expresión.
En honor a ellos, digamos “No al silencio”. “Ni uno más”. Exijamos justicia para todos los periodistas asesinados. ¿Cuántos más para que de una vez por todas hagan algo? ¿Cuántas familias más tendrán que llorar a sus muertos antes de que las autoridades actúen? El hartazgo a la inutilidad también va en aumento.
“Que nos maten a todos,
si esa es la condena”,
Javier Valdez Cárdenas. QEPD.