El 16 de mayo, en el sur de Jalisco y en plena época revolucionaria, hace 100 años nació un pequeño al que sus padres llamaron Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno. La tragedia, la tristeza, el silencio y la soledad le acompañaron desde corta edad. Una oscura noche observó el llano en llamas… los empleados de la hacienda en donde se crio traían al patrón en hombros, había muerto su padre, poco después también su madre. Él y sus tres hermanos (Severiano, Paco y Eva), ya huérfanos, fueron separados.
Ante la pérdida de sus seres queridos, desde la infancia la timidez lo abrazó, quizás le arrebató las palabras de su boca y las dejó en su mano. “Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza”, esa emoción que se lee en su obra. Hablar con los muertos, retratar la mala suerte y pobreza de una familia que condenaba a su hija a la prostitución, una maldita herencia de una tierra infértil que sumía a todo un pueblo en la desesperación y la búsqueda de un hijo desconocido por su padre.
Sí, “el tío Juan escribía extraño”, reconoce Alejandra, sobrina nieta, parte de la generación joven de los Pérez Rulfo. “Yo creo que todo eso lo trae él y era su forma de escribir. Por eso hablaba con muertos, porque su familia pues estaba muerta”, reflexiona.
Juan Rulfo era muy callado, pero pensaba y escribía mucho (aunque publicó pocos libros), quizás casi igual que el número de cigarrillos, marca Delicados, que fumaba a diario. Los dedos los tenía manchados por el tabaco y por la tinta, recuerdan sus amigos. Rosa Pérez Rulfo confiesa que su tío se alejaba con frecuencia. Se perdía de este mundo. Era común que lo buscaran pasada la una de la tarde para que desayunara; lo encontraban escribiendo o en el cerro tomando fotos.
Doña Eva, en Sayula, también se aleja, intenta huir de las cámaras y de las entrevistas pero su enorme parecido con el mayor narrador que ha dado México le persigue y la evidencia. Aquel hombre silencioso, hoy afamado escritor, les ha heredado un apellido que jamás pasa desapercibido en el mundo.
Rulfo plasmó una situación desgarradora, desesperante, un padre lleva a cuestas a su hijo herido al borde de la muerte, van a ver al doctor de Tonaya para que lo salve. Es el cuento de No oyes ladrar los perros.
“Pues quien más, era yo”, dice sin dudar, don Mónico Soto Grajeda, que tiene 90 años de edad y vive en Tonaya. Fue el primer médico de la región, conoció a Juan primero como paciente y luego como amigo. El escritor pagó esa amistad inmortalizándolo en su obra.
Es tan preciado un libro autografiado, un objeto usado por el escritor, que los mañosos amantes de lo ajeno siempre hacen su aparición. Les robaron los ejemplares a José Ojeda –el cuchillero de Sayula, amigo de Juan– y a Rosa Pérez Rulfo –sobrina de Juan–. Otros objetos fueron saqueados de la vivienda de Rulfo, tras la muerte de doña María Vizcaíno, la mamá de Juan.
En el marco del centenario del nacimiento de Rulfo, se lanza la primera Ruta Cultural en el país, un recorrido por los paisajes en los municipios de Sayula, San Gabriel, Tuxcacuesco y Tonaya. Los visitantes conocen la hacienda de Apulco, la Basílica construida por la familia, la escuela donde Juan aprendió a leer y escribir, las casas donde vivió. Se encontrarán una estatua dorada del escritor frente a la Iglesia y bajo el árbol de arrayán, tal como en la narración de Pedro Páramo.
Además de los paisajes que inspiraron al creador de “El llano en llamas” y “Pedro Páramo”, el plus que brinda este recorrido cultural es encontrarse en la calle a esa gente que conoció a Rulfo y escuchar sus anécdotas de propia voz. Sin embargo, todavía muchos hay que ni siquiera lo han leído aunque convivan con sus familiares a diario. La herencia que ha dejado Rulfo no es solo para su familia, es para todos, puesto que al final de cuentas, todos somos hijos de un tal Juan Rulfo.
Adriana Luna adriana@notiemp.com Periodista multimedia con 25 años de ejercicio profesional. Secretaria de Acción Femenil en el Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de Televisión y Radio, Similares y Conexos de la República Mexicana, (SITATYR) sección Guadalajara. Secretaria General del Club de Periodistas de Jalisco. Curiosa en todo, experta en nada. Mujer antagónica en sí misma, con el corazón parecido a la Madre Teresa y con un genio como el de Margaret Thatcher.