Todos los días en México escuchamos noticias relacionadas con la violencia, y no es una realidad que está lejos de nosotros. Nuestra propia familia o gente muy cercana hemos sido víctimas de actos que nos han marcado para el resto de nuestra vida. Desde un asalto a mano armada, una llamada de extorsión, un secuestro, donde no solo nos quitan un bien material con lujo de violencia, también nos roban nuestra seguridad, y nos dejan con miedo en lo más profundo de nuestro ser. La vida no vuelve a ser la misma, aunque la gente nos diga “lo importante es que estás viva”, “lo material va y viene”. Pero cuando en ese acto perdimos a un ser querido, o dañan nuestra integridad, ¿cómo recobrar la confianza en un México que nos quita, que nos lacera? ¿Cómo poder relacionarnos con el otro en este clima de desconfianza?
La noticia de la familia que fue víctima de un acto animal (no tengo palabras para nombrarlo), en donde un niño de dos años perdió la vida, y su madre y hermana fueron violadas, hechos que sucedieron en la carretera México-Puebla, es un asunto que no me ha dejado de dar vueltas y vueltas en la cabeza.
Fue una noticia que me generó gran preocupación, tristeza y decepción, cuando de parte de nuestras autoridades hay una banalización o naturalización de los asesinatos ocurridos.
Las muertes por homicidio en México son tratadas como un número más que engrosa las estadísticas, e incluso muchas veces se culpa a las víctimas. En el caso de esta familia, escuchamos decir que una causa posible fue un ajuste de cuentas. Desgraciadamente, no será el último acto violento.
Justamente una semana después, se encuentra en los jardines de Ciudad Universitaria el cuerpo sin vida de una mujer. Nuevamente las autoridades culpan a la víctima. La Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México informa en su cuenta de Twitter que la chica se reunió con sus amigos en Ciudad Universitaria, donde se estuvieron alcoholizando y drogándose. Si no fuera suficiente, también publica que no estudiaba desde 2014 y que debía materias. ¿Las víctimas son culpables de la violencia ejercida? Nos están haciendo creer que están matando a los que se lo buscan. Basta con recordar el “¡pórtense bien!” que advertía Javier Duarte a los periodistas veracruzanos.
La violencia en este país se ha incrementado, y está repuntando de manera histórica. Pero nuestros muertos por homicidio no son solo números. Estamos hablando de familias que han sido fracturadas, de historias de niños que han perdido a sus padres; mujeres y hombres que han perdido a sus parejas; madres y padres que pierden a sus hijos; mexicanos que hemos perdido hermanos, amigos; seres queridos que han muerto de manera violenta. Estos muertos, son nuestros, y han muerto porque lo hemos consentido con nuestra indiferencia, por nuestra falta de sensibilidad, de empatía.
Asociaciones Civiles presentaron una campaña regional “México sin homicidios”. Es una invitación al silencio, un alto obligado a la reflexión. Es un llamado a recapacitar sobre la prioridad de la vida y el homicidio como un acto animal. La campaña nos propone un minuto de silencio dedicado a las víctimas y a sus familiares. Esto deberá de ser grabado y compartido en redes sociales con la frase: “me sumo a la marcha digital, minuto de silencio por un México sin homicidios”.
En este ejercicio de introspección, pensemos en nosotros que tenemos derecho a la vida, y en los otros que desgraciadamente la han perdido en actos violentos. Generemos resonancia y tejamos un gran concierto cuya nota principal sea el silencio, un silencio que nos deje sordos y nos haga despertar de este letargo que nos está estacionando en un infierno.
Edna Jaime, una de las promotoras de la campaña, menciona que si guardáramos un minuto de silencio por los más de 22 mil 935 muertos del 2016, tendríamos que permanecer callados 15 días y algunas horas más.
Pero ¿cómo hacer que nuestras autoridades hagan de esta problemática una prioridad? Reconozcamos que son nuestros muertos y que por omisión hemos sido partícipes de su muerte. Es necesaria esta reflexión para podernos articular como sociedad civil y exigir a la clase política la protección y garantía de nuestras vidas.
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Doctora en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).