Los primeros 100 días en el gobierno de cualquier personaje en la esfera de la política son fundamentales. En ellos, se delinea la capacidad y eficiencia mediante la ejecución y puesta en marcha de los planes y promesas de campaña. Es el marco de referencia para darnos una idea de lo que podría venir en materia de políticas públicas que afectarán necesariamente la vida nacional e internacional del país en cuestión.
En el caso del presidente Donald Trump, estos primeros 100 días han sido muy complicados. Nuevamente nos encontramos ante la realidad. Una cosa es lanzar consignas, amenazas y repetir frases (mediáticas) y otra es lidiar con todos los actores políticos, económicos, sociales, grupos de presión y de interés en los Estados Unidos y en el mundo.
No haré un recuento de los errores, fracasos y eventos que han marcado la administración de Trump en este tiempo. Para ello hay una gran cantidad de escribanos que reciclan, pegan y aglutinan información en sus trabajos. Prefiero concentrarme en dos aspectos que, a mi juicio, se han dejado un lado en los análisis: las estrategias de negociación de Trump y el entorno geopolítico y geoeconómico (el factor que yo llamo glocal), es decir, a los aspectos del entorno local y global.
En cuanto a la forma o estilo de negociar del presidente Trump, ya había apuntado algunas características en una colaboración pasada con El Arsenal haciendo referencia al caso mexicano.
El mundo debe de entender el perfil empresarial del presidente de los Estados Unidos. Desde el día 1 que llegó a la presidencia, no ha dejado de generar nerviosismo a través de sus medios informales de comunicar y gobernar. Esto, naturalmente provoca incertidumbre, con la cual es muy complicado elaborar una estrategia o respuesta sobre bases sólidas reflejadas en un mapa de riesgos que daría como resultado una acción o plan concreto. Confunde y a través del rumor desconcierta. No se puede enfrentar a este personaje, que hace valer en la práctica el significado de la palabra “disruptivo”, sino con acciones similares o paralelas.
La inacción no es suficiente ante una táctica de negociación denominada “apostar alto”. En todo caso, una combinación de contra tácticas (ver mi trabajo al respecto en El Arsenal) sería una opción.
El factor glocal en la administración Trump no se ha explicado de manera clara y puntual. Dada la importancia e influencia de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura económica, financiera, política y militar internacional tiene un sello estadounidense.
Los organismos heredados por los Acuerdos Bretton Woods (Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), así como los pactos de seguridad mutua (la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Corea y Japón), son ejemplo de ello.
Estados Unidos, a pesar de la intensión de Trump de limitarse a hacer “América Grande de Nuevo” (aislacionismo), no puede desentenderse de su responsabilidad global. Es aquí cuando los elementos internacionales se conectan con los factores locales. Sin lugar a dudas, esto tiene un gran peso en el impase y caos generado en la gestión en los primeros 100 días de la administración de Trump.
Una empresa no es un país y eso lo debe de recordar el inquilino de la Casa Blanca. No han respondido de manera categórica ni en el área donde según las propuestas del republicano tenían una mayor fortaleza.
La economía de Estados Unidos solo creció 0.7% en el primer trimestre de este año. Mucho por hacer en distintos frentes abiertos en lo “glocal”; sin embargo, en caso de que no se modifique la manera de gobernar, negociar y comunicar, estos complicados 100 días bien podrían convertirse en 1360 jornadas de inacción e inoperancia.
Adolfo Laborde. Analista internacional http://adolfolaborde.com/