…otra idea estereotipada identifica al feminismo como un asunto sólo de mujeres.
Belia, de 16 años, llega a terapia con sus padres, Celia y Carlos; “acusada” de rebelde, contestona, grosera, enojona, desobediente. Cada calificativo viene acompañado de ejemplos y pruebas contundentes de su “reprobable conducta” y con cada queja presentada alternadamente por ambos padres, Belia se va sumiendo en la silla.
Quiero saber el punto de vista de la hija, la menor de cuatro hermanos y única mujer, sobre cómo ve esta narración de sus padres; le insinúo que esa descripción parece la de alguien que está muy enojada. Se entiende que si te han descrito de esa manera, te den ganas de contestar justamente con groserías, por lo que hace un esfuerzo para poder decir, al borde de las lágrimas, por qué es que realmente está tan enojada: “Me enojo porque mi mamá quiere que le ayude a servir a mis hermanos y a mi papá; porque no me dejan salir sola; porque mi papá me insulta y mi mamá me dice que me aguante y no le conteste porque es mi papá; y porque dicen que si sigo siendo así, nadie me va a querer y me voy a quedar sola”.
Entonces, le digo a Belia, a ti lo que te pasa es que, quizá sin saberlo, hace mucho que eres feminista. Los tres hacen una cara de desconcierto porque no era un “diagnóstico” que se esperaran. Ninguno de los tres parece saber si eso es bueno o malo. Me explico con ellos: “En tu casa, como en muchas familias en nuestra sociedad, la educación ha estado basada en la idea machista de que los hombres tienen una cierta superioridad sobre las mujeres y por esto ellas deben servirlos y obedecerlos; quienes rechazan estas ideas y creen en la igualdad, se les llama feministas… Claramente tú te has rebelado contra esas prácticas a través de las formas que describen tus papás”.
Ahora Carlos pasa del desconcierto a cierto malestar, Belia empieza a salir de su silla y Celia como que no sabe de qué lado ponerse y dice: “es que yo también soy feminista”. “¿Cómo crees? ¡Eres machista!”, casi grita Belia, “Sí. Lo que pasa es que yo hago lo que quiero, pero le doy el avión a mi marido para no discutir, es lo que le digo a Belia que haga, por qué tiene que estar discutiendo”, afirma la mamá.
Así como el Día de la mujer divide a la sociedad en dos, quienes celebran el estereotipo de “la mujer esencialmente (y por naturaleza) maternal, amorosa, bella” y quienes con más información sobre el significado histórico saben que se trata del día que reconoce las luchas de las mujeres por la igualdad, negada por un sistema patriarcal; así también ser feminista divide al mundo en la concepción estereotipada de que las feministas son mujeres agresivas y enojadas, y quienes reconocen en el feminismo una reivindicación básica de justicia e igualdad entre los géneros.
Las ideas estereotipadas acerca del feminismo hacen que muchas mujeres no quieran reconocerse como tales porque no quieren aparecer como agresivas o “contra los hombres”. Asimismo, otra idea estereotipada identifica al feminismo como un asunto solo de mujeres. En el primer caso, mujeres que creen y se rebelan contra la desigualdad y la injusticia, en lo cotidiano se niegan a reconocerse como feministas.
Y en el segundo caso, estas ideas llevan a afirmaciones como “a pesar de ser mujer, no quería a una jefa mujer” o “su propia mamá le decía que se aguantara el maltrato”, como si el solo hecho de ser mujer garantizara la visión de igualdad, que no ocurre en hombres y mujeres atrapados en la cultura machista.
Si bien la desigualdad ha afectado a las mujeres, las reivindicaciones y la conciencia van transformando a las personas, hombres y mujeres. Por eso para ser feminista se necesita ser una persona que tome conciencia de la desigualdad de género y la rechace.
Me parece fundamental romper estas dos ideas estereotipadas sobre el feminismo, porque en la medida que la idea básica sea nombrada y adoptada por más personas, y no sólo por activistas, políticos en intelectuales, seguiremos avanzando hacia una sociedad más igualitaria.
Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.