¿Qué nos seduce tanto de esta enloquecida ciudad?
Es la pregunta que llevo escuchando los 20 años que tengo viviendo aquí. La verdad es que dependiendo de quién me la haga es la respuesta. Las más sorprendidas son las señoras mayores; algunas tienen años de no venir a la Ciudad de México y para ellas es un lugar de salvajes, pandilleros, ladrones y monstruos en cada esquina. Las cosas que escuchan las hacen formarse un criterio muy poco amable.
Que te mueres si respiras este aire, que es imposible manejar, que todo está lejísimos, que el transito es insoportable, que es bastante inseguro y, bueno, la verdad es que todo es cierto. ¿Entonces porque es tan cautivante? ¿Qué nos seduce tanto de esta enloquecida ciudad?
Yo amaba venir cuando era chica, veníamos a visitar a mis tías, “a los toros”, tal vez de compras. Vine con el colegio a la Basílica de Guadalupe y a “Reino Aventura”; mi papá una vez nos llevó al Zócalo. Aun así era muy poco lo que conocía.
Desde el día que llegué a vivir aquí, no he dejado de sorprenderme ni un día. Recuerdo mis primeros meses, cuando me “armaba de valor” y me aventuraba a andar en el Centro; me sentía como una en expedición por un pueblo recóndito de Medio Oriente. Todo para mí era nuevo, interesante, exótico. Siempre he pensado que el Centro Histórico de la Ciudad de México tiene una magia especial: puede pasar cualquier cosa, puedes ver cualquier cosa, me podría sentar horas sólo a contemplar a la gente que pasa; me gusta mucho pensar en la historia que cada quien pueda tener; cada comercio, cada calle tiene un magnetismo único.
En los 80´s había una canción que me encantaba, es de La Orquesta Mondragón y se llama “Corazón de Neón”. Dice entre otras frases maravillosas “La ciudad donde vivo es un monstruo de siete cabezas, es un pájaro herido envuelto en papel celofán”.
Sin duda me gusta el empedrado, como dice mi papá. Esta ciudad me encanta; tendría que enumerar mil razones por las que vivo tan feliz aquí: La diversidad, el ritmo con el que pasan las cosas, la inclusión, la oferta gastronómica que es infinita, la oferta cultural y de entretenimiento.
¿Quién no puede ser feliz viviendo a dos cuadras de la Casa Azul y a 5 minutos de la Cineteca Nacional, pudiendo escoger un museo diferente cada fin de semana sin pagar nada en la gran mayoría, pudiendo ir a ver el atardecer a CU, y a conocer un gran palacio colonial cada día, sabiendo que aquí amarse y querer compartir la vida es la única razón para poder contraer matrimonio, y que no hay distinción entre preferencias sexuales; sabiendo que cuando caminas por aquí se conjugan todas las épocas; caminas a través de la historia, de acontecimientos que hicieron a nuestro país lo que ahora es; que puedes en un solo día admirar reliquias prehistóricas, caminar por palacios coloniales y visitar los mejores centros comerciales?
No me acuerdo mucho de mis tareas de prepa en Querétaro, y no quiero restarle importancia a las escuelas que asistí y a los maestros que tuve, pero es que ahora cada tarea de mi hija que estudia bachillerato es una aventura y con todo el regocijo de mi corazón tengo que vivir con ella.
La semana pasada fuimos a la Biblioteca Central de la máxima casa de estudios, la gloriosa UNAM, a buscar información sobre Vicente Aleixandre. Hoy fuimos al Antiguo Palacio de Minería a la FIL, y casi acabamos mareadas con tanta oferta literaria, un verdadero paraíso. En el primer pasillo rompimos la promesa de no gastar, regresamos con libros para nosotras, regalos para mis otros hijos, incluso uno para esa persona que me tiene completamente volcada la razón y con quien comparto esta pasión ensordecedora por los libros (y por los chistes políticos).
Como si fuera poco, a la salida pudimos admirar una hermosa luna creciente coronando el Palacio de Bellas Artes, y sólo porque ya era tarde, porque si no hasta unos churros del Moro nos hubiésemos podido cenar.
La posibilidad de vivir mil vidas diferentes sólo es posible en una ciudad como ésta, de conocer siempre gente diferente; de reinventarte cada día.
Sí hay un tráfico enloquecedor, una contaminación insoportable, sí haces horas muchas veces en una calle, pero de verdad lo vale.
Cada que escucho al cilindrero, cada que me como una gordita de nata, que visito algún museo, que veo una pareja sin dar importancia a si es “hetero” u homosexual… Cuando mis hijos invitan amigos a comer a la casa y son de diferentes religiones, ideologías, tipos de familia. Cada que me toca acompañarlos a hacer tareas; cada que nos volvemos locos de emoción porque gana el América; cuando que veo turistas haciendo horas de fila para entrar a La Casa Azul de Frida Kahlo, pienso en la increíble fortuna que es vivir en esta ciudad y disfrutar –no sufrir– todas sus particularidades.
De cualquier manera, siempre me preocupó vivir una vida plena en Querétaro. Espero regresar algún día, pero cuando tenga algo importante que compartir.
Bárbara Lejtik, Licenciada en Ciencias de la Comunicación, queretana naturalizada en Coyoacán. Me gusta expresar mis puntos de vista desde mi posición como mujer, empresaria, madre y ciudadana de a pie.