¿Escuchará Donald Trump los gritos desde el Ángel de la Independencia?
Hasta el arribo de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, la clase política y empresarial de México se dio cuenta que nuestro país carece de una estrategia exterior fuerte que proteja a nuestros paisanos que, en busca de una vida mejor que aquí no encontrarán –porque también requerimos de una política interior exitosa–, se marchan sorteando toda clase de peligros a una nación que los necesita, pero que los humilla, veja, denigra y hasta mata con medidas antiinmigrantes por las que ahora Enrique Peña Nieto, líderes de partidos y gobernantes se rasgan las vestiduras.
Sin ser experta en política exterior, es bien sabido que desde hace décadas nuestros connacionales han sufrido todo tipo de abusos por parte de autoridades estadounidenses que los catalogan como criminales peligrosos, a quienes hay que exterminar.
Muchísimos hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños han encontrado la muerte en su intento por ir en busca del “sueño americano”,sin que el gobierno de México haya actuado, por lo menos, con dignidad y enojo.
Los muertos, deportados, explotados, lo sentenciados en cárceles gringas, sólo han tenido de parte del presidente en turno y del titular de Relaciones Exteriores un nota de rechazo o de condolencia… pero hasta ahí. México, ha permanecido de “rodillas” ante el socio mayor, al que todos le rinden tributo por el temor de ser sacados de un Tratado de Libre Comercio que, en palabras de Porfirio Muñoz Ledo, dejó de funcionar desde hace muchas décadas atrás.
Es lamentable que con la llegada de un demente, imitador de asesinos como Adolf Hitler o Benito Mussolini, nos pongamos a temblar por las amenazas, ya algunas cumplidas, de un hombre que nos mira como cucarachas. La reacción de Peña Nieto debiera ser la de un hombre de Estado –es mucho pedirle– para denunciar las agresiones de este sujeto ante organismos internacionales que tendrían que intervenir a fin de evitar que Trump provoque una catástrofe no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero.
Qué triste papel han jugado en la defensa de los mexicanos deportados, y los que están en espera de serlo, los gobernadores de los estados donde la inmigración es brutal porque no han sabido ofrecerles a sus gobernados fuentes de empleo que los mantengan con sus familias. Todos han juntado sus “ahorros” para conseguir abogados con viáticos pagados para que vayan al país vecino y se pongan al servicio de los hombres y mujeres que trabajan en la clandestinidad en diversos estados de la Unión Americana.
Qué amargo sabor de boca nos dejan los dirigentes de los partidos políticos que este fin de semana hicieron maleta para adentrarse en las peligrosas ciudades gringas, donde está la “cacería” de inmigrantes, para “pescar” potenciales votantes para la carrera presidencial del 2018 y no por salvaguardar los derechos humanos de nuestros paisanos que han vivido por años escondiéndose de la Migra, para no ser deportados.
Qué pena que miles de mexicanos, al grito de “Vibra México”, hayan salido a las calles de esta Ciudad, y otras del interior del país, para exigir al presidente Peña verdaderas acciones para defender a los connacionales que están pagando la xenofóbia de un magnate que sabe de belleza femenina pero no de gobernanza. Este grito, surgido de miles de gargantas, no será visto ni escuchado como tampoco fue visto ni escuchado durante aquel movimiento de 2006, cuando el fraude electoral llevó a Felipe Calderón a dirigir –muy mal– el destino de México.
¿Los escuchará Donald Trump?
Qué aberrante es ver el rostro triste y frustrado de los mexicanos deportados que, al pisar suelo mexicano, el de su país, piensen en la forma de regresar a Estados Unidos porque saben que aquí no tendrán casa, trabajo ni sustento. Ni hablar, a juntar dólares para que los “coyotes” los vuelvan a pasar antes de que se alce el temible y anunciado muro, como rascacielo, anunciado por Trump.
Qué dolor saber de una madre que dejó a sus hijos adolescentes –ellos sí nacieron en Estados Unidos– por haber sido deportada 24 años después de su arribo, mientras cumplía con el trámite para permanecer en ese país donde ya echó raíces, por las cuales luchará para regresar. Su familia, dijo Lupita al arribar al aeropuerto de la Ciudad de México, está allá: “aquí ya no tengo nada que me ate”.
Qué grave que la ONU advierta que México será un país residente de migrantes centroamericanos que, al no encontrar la fórmula para ingresar al país donde gobierna Trump, se quedarán aquí en espera de una vida mejor, una vida que ni los mexicanos que se han ido han encontrado.
Es amargo decirlo, pero ni el muro más alto evitará que nuestra gente se arriesgue a perder la vida tratando de pasar a Estados Unidos, si en México no somos capaces de ofrecerles una vida digna, con oportunidades de trabajos bien remunerados para sostener a sus familias.
Y más vergonzoso es que sean otros países los que salgan a la defensa de México porque aquí quien gobierna, Enrique Peña Nieto, no tenga la valentía para levantar la voz, mandar por un tubo el TLC con Estados Unidos y mirar hacia otros lados donde otras naciones abren sus brazos para que nuestro querido país sea su socio comercial y nuestros paisanos trabajadores valorados y tratados con dignidad.
Elena Chávez. Estudió periodismo en la escuela “Carlos Septién García”. Ha escrito los libros “Ángeles Abandonados” y “Elisa, el diagnóstico final”. Reportera en diversos diarios como Excélsior, Ovaciones, UnomásUno; cubrió diferentes fuentes de información. Servidora Pública en el Gobierno del Distrito Federal y actualmente Diputada Constituyente externa por el PRD.