El café como elixir vital para cada día.
Todos los días, sin importar a qué hora me levante ni la agenda por cumplir, lo primero que necesito para arrancar feliz cada mañana es una taza de café. Y aunque cualquier nutriólogo seguramente me reprendería, sé que millones de personas no podemos estar equivocadas por vivir bajo el yugo de este elixir.
Después de cumplir con mi rutina de mamá, la frase “Pero primero un café” es mi mandato diario para comenzar con mis propias actividades.
El lapso entre las 8 y las 9 de la mañana es uno de los momentos más sagrados de mi día, no sólo porque estoy completamente sola, sino principalmente porque lo uso para ponerme al día en todos los sentidos y disfrutar con calma de la primera dosis de cafeína.
Y como el momento sagrado que es, no puede tener lugar en cualquier sitio. Por eso siempre estoy en la búsqueda de cafeterías especiales y únicas que cumplan ciertos requisitos:
– Café fresco de calidad
– Comodidad y estilo
– Privacidad
– Wi-fi gratuito
– Servicio amable y ágil
– Buen precio
Sí, sé que soy exigente y al igual que me pasa con los cosméticos y los perfumes, no puedo ser fiel a una sola marca y siempre estoy cambiando el escenario, pero últimamente voy a un sitio que felizmente cumple con todo lo anterior.
Se trata de Moronas, un café sobre la calle de Concepción Beistegui, casi esquina con Cerrada Eugenia, en la Del Valle.
La Decoración tipo lounge con asientos cómodos, muchos cojines, una lámpara y un espejo edgy, fue lo que me atrapó, de entrada. Una vez que bebí el primer trago de su café americano (30 pesos) elaborado con grano 100% Chiapas, caí redondita.
Y ahí pertenezco desde una fría mañana de noviembre (hasta que aparezca un nuevo o mejor postor).
La amable barista ya me conoce y me dice: “ya sé, quieres un americano que termine de despertarte y te anime sin que te dé taquicardia”. Y sí, ella sabe cómo hacerlo. Después, el día comienza.
La oferta de Moronas incluye café capuchino, café vienés, expresso, americano affogato, latte taro o matcha y muchos pastelitos y galletas. Mi “pero” es que no ofrecen pan dulce, lo único que yo toleraría a tan temprana hora.
No cabe duda de que el mandato “Pero primero un café” se cumple con creces en este lugar.
Nunca he ido de noche, pero estoy segura de que es un sitio ideal para compartir besos y capuchinos.
Moronas café
Concepción Beistegui 721
Col. Del Valle