Ya hay migrantes que han decidido regresar a México de manera definitiva.
Uno de los principales temas que debe preocuparnos y ocuparnos como país y como sociedad, son las inminentes deportaciones masivas que traerá el nuevo gobierno norteamericano.
El nuevo presidente de nuestro vecino del norte ha prometido desde su campaña deportar a todos los mexicanos que hayan ingresado de manera ilegal y además cometido algún delito. Autoridades mexicanas piensan que la segunda parte salvará a nuestros paisanos, quienes cruzan la frontera persiguiendo el sueño americano o expulsados por el hambre y/o la violencia, lo que olvidan decirnos o simplemente no saben, es que cruzar la frontera de manera ilegal es un delito en sí mismo para la ley estadounidense, un ilícito que trae como consecuencia la detención inmediata de la persona, el llevarla a un centro especializado para horas después deportarla sin mayor trámite.
Ante este panorama, el gobierno mexicano ha quedado paralizado, simplemente perdió la voz. La cancillería hizo el menor trabajo posible, únicamente dar un número telefónico con poca información para los connacionales. Ha dejado todo el peso a las asociaciones civiles o religiosas que protegen a los migrantes, que son quienes realmente informan a los mexicanos en Estados Unidos sobre sus derechos.
Los migrantes están profundamente asustados, no consumen casi nada, tratan de ahorrar la mayor cantidad de dinero posible; no salen de sus casas, todo por miedo a ser deportados en cualquier momento; incluso hay quienes han decidido regresar a México de manera definitiva, antes que enfrentarse al proceso de deportación.
Más allá de todo lo anterior, del drama humano, la inminente crisis migratoria y la crueldad implícita, aunque la idea de Donald Trump de deportar a todos aquellos a quienes considere diferentes, es deplorable pero no es nueva.
He aquí un recuento de las deportaciones masivas que ha hecho la unión americana en el siglo XX y la administración Obama:
1904.- Tras la construcción de las vías del ferrocarril que conectaron al estado de California con nuestro país, hábilmente el gobierno norteamericano esperó a que los ciudadanos chinos traídos como mano de obra esclava pasaran la frontera para terminar dicha construcción. Cuando estas personas quisieron volver a Estados Unidos, el gobierno de ese país expidió un decreto prohibiendo la entrada de los ciudadanos chinos a su territorio. Por tal motivo, una gran parte quedó en nuestro país en condiciones infrahumanas.
1907.- Año de mayor ingreso de migrantes en más de un siglo, la cifra llegó a 1 millón 285 mil 349.
1924.- Entra en vigor una ley que restringe la entrada de migrantes a territorio norteamericano y se establecen cuotas anuales por país, para permitir el ingreso de personas.
(Esto me remite a las películas cursis que todos vimos, cuando los migrantes llegan a Nueva York en la década de los 20 y una voz maternal lejana, casi proveniente de la estatua de la libertad, decía: “Vengan a mí los cansados, los desesperados, etc.”, pues esos migrantes desesperados y cansados tenían que pasar por la ley anterior, un riguroso examen físico y estar dentro del rango por país).
Segunda Guerra Mundial.- Al término del conflicto y décadas siguientes, Estados Unidos decide que hay demasiada población mexicana habitando su país, por tal motivo instaura un sistema de deportaciones masivas; ahí regresaron violentamente a miles de connacionales, incluso aquellos quienes habían servido del lado norteamericano durante la guerra.
Este escenario tan parecido al que estamos a punto de enfrentar tenía una ventaja, México tenía un mercado interno fuerte y los mexicanos que fueron deportados aportaron sus conocimientos y grandes avances en la tecnología de la época, sobre todo en el sector automotriz. Proliferaron pequeños talleres que hacían las piezas a medida, un ejemplo de ello es que rehacían las bujías desgastadas; aparecieron las vulcanizadoras y varios oficios más que eran inexistentes en este país.
Administración Obama.– En los 8 años al frente de la Casa Blanca, el presidente deporta a 2.9 millones de mexicanos, niños incluidos.
Es tarde para lamentarnos o culpar a los estadounidenses por su nuevo presidente. Y aunque de este lado de la frontera varios –y me refiero a varios millones— nos sentimos traicionados.
Sólo queda tratar de buscar un paliativo para la epidemia que está por llegar. Algunos pensamos que el gobierno mexicano debería de construir una defensa conjunta con las ciudades santuario para proteger física y legalmente a nuestros conciudadanos; otros creen que debemos sepultar en demandas al gobierno de Trump para que se detengan las deportaciones y recurrir a Naciones Unidas para algún tipo de estrategia humanitaria.
Quizás el gobierno mexicano debería explorar todas las opciones, pero la realidad es que está muy ocupado viviendo en el abstracto y explicándonos una y otra vez las ventajas (que nadie vemos) de las reformas estructurales.
Creo que el gobierno mexicano piensa o reza por una especie de milagro de último minuto que impida las deportaciones, o cree que Trump está paralizado al igual que ellos, lo que lamentablemente sólo es un buen deseo para este 2017.
Georgina Juárez Lledias. Colaboró en el suplemento cultural “El Búho”, publicado en el diario Excélsior y dirigido por René Avilés Fabila. Además, habitual colaboradora de suplementos culturales en Milenio Diario. Autora del libro digital “Alerta Femenina”, encaminado a difundir los derechos de las mujeres ante las distintas formas de violencia.