Dos hipótesis para explicar el regreso de Videgaray al gabinete presidencial.
Se sigue con el debate y la crítica sobre la designación del nuevo titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). La simplicidad u honestidad con la que se pronunció al aceptar el cargo dará mucho de qué hablar en los próximos meses (“vengo a aprender”); sin embargo, me parece que es preciso entender esta designación más allá de lo que se dice sobre el nuevo canciller; es decir, “el hombre fuerte del presidente”.
Si bien es cierto, a pesar de que Luis Videgaray operó, con o sin éxito la visita del hoy presidente Donald Trump, la situación electoral de los Estados Unidos dio un giro inesperado. Además, no creo que el acercamiento con el equipo de campaña o familiares de Trump se reduzca a las casualidades de la vida política de ambos países o la coyuntura. Me parece que esto va más allá de una simple casualidad o como se dice en nuestro argot “un chispazo de suerte”. Al respecto, tengo dos hipótesis que explican todo este complejo enrollo y mescolanza entre la política interna y externa de ambos países. Nos enfrentamos a una interdependencia de algunos grupos políticos, económicos y sociales en ambos lados de la frontera.
La primera radica en algo que ya se ha comentado. El nuevo canciller conoce el mundo financiero y económico internacional muy bien. Entre este robusto nivel de relaciones públicas se encuentra una gran cantidad de empresarios y hombres de negocios en los Estados Unidos, sin mencionar personajes de la vida política de ese país. De ahí se desprende la idea de que Luis Videgaray tenía información y actuó en consecuencia. Que no haya usado los canales formales con el presidente; es decir, integrar al proceso de preparación de la visita a la canciller, obedece a una situación de política interna que no es otra cosa que el posicionamiento (con respecto a otros aspirantes a candidatura del partido oficial) con el Presiente como un hombre leal y efectivo en la antesala de la sucesión presidencial. En este escenario, el Secretario Videgaray no se equivocó. Su pragmatismo, red de contactos y visión del proceso electoral en los Estados Unidos dieron resultado.
La segunda, que a mi juicio es más complicada, radica en la idea de suponer que detrás de la operación política para invitar a Donald Trump se encuentra una alianza tácita promovida por el secretario, en vísperas de fracturar un posible triunfo de Hillary Clinton apoyando de manera mediática a Trump con aquella invitación y golpeando paralelamente el posicionamiento y empoderamiento (en un periodo preelectoral en México) de una mujer mexicana que gozaba de la simpatía de Hillary y subía en las encuestas. Me refiero a Margarita Zavala, quien como otros senadores panistas se había pronunciado abiertamente a favor de la señora Clinton. De hecho, asistió a la Convención Nacional Demócrata donde aprovechó para acercarse al equipo de campaña de Clinton y probablemente a la entonces candidata.
En el supuesto de la llegada de una mujer a la Casa Blanca, no estaría muy descabellada la idea que otra mujer, en este caso Margarita, recibiera el apoyo del gobierno demócrata. La cuestión se complica aún más cuando se entrelazan los intereses partidistas, tanto de los republicanos como los priistas. Se trataba de minar la imagen de Margarita y darle paso a Ricardo Anaya, un candidato más endeble obligando al panismo a pactar con la cúpula priista ante un eventual fortalecimiento de López Obrador y de los candidatos al Senado y a la cámara del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
Suena inverosímil esta idea, empero, no hay que dejar a un lado que la vecindad con los Estados Unidos y la integración con ellos, va más allá del aspecto económico. Hay sinergias e intereses comunes entre ambos países que nos hablan de un mestizaje entre lo local y regional, que seguramente será la antesala de un proceso de integración mucho más complejo en la región que un simple Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).
Quizá nos encontremos en la antesala de una Norteamérica pensada como una autentica región con problemas y retos comunes que van más allá de las ocurrencias o declaraciones del Sr. Trump. Aquí, esperemos que el nuevo canciller no defraude sólo la confianza del presidente, sino la de muchos mexicanos que ven esta designación con signos de interrogación.
Adolfo Laborde, analista internacional.