Muchos albergues se han convertido en cárceles insalubres por la falta de recursos.
Sin saberlo, miles de animales de todas las especies quedarán protegidos en la Constitución de la CDMX, dado que esta semana se votará en el pleno de la Asamblea Constituyente, dentro del título de Carta de Derechos, artículo 18, el dictamen que reconoce a los animales como seres sintientes, con lo cual dejarán de ser considerados como objetos. Por fin, los animales podrán acceder a la justicia como un derecho que tienen por el solo hecho de tener vida.
Si bien es cierto que los personajes que trabajaron el documento de Constitución se negaron rotundamente a otorgarles derechos, porque en una visión corta sólo los humanos tenemos derechos, gracias a la facultad de exigirlos y ejercerlos, con la inclusión de los animales a la Carta magna de nuestra Ciudad se da un paso gigantesco para que generaciones nuevas de activistas logren mayores beneficios.
Con este paso, la Ciudad de México estará al mismo nivel que otros países donde ya la protección hacia los seres vivos es una realidad, como el caso concreto de Holanda.
El tema de la protección animal ha sido una incansable lucha que por décadas fue vista por la clase política como una “frivolidad” que no merecía ser escuchada. Los animales fueron catalogados como objetos dentro del Código Civil, lo que coadyuvó a que éstos fueran no sólo maltratados, sino asesinados vilmente por personas que les daban el mismo valor que a un mueble.
La lucha emprendida décadas atrás por innumerables defensores de los derechos de los animales, como Ita Osorno, una de las primeras mujeres que construyeron un albergue para perros y gatos conocido como Refugio Franciscano, no fue fácil. Es más, podría asegurar que fue frustrante y dolorosa ante la cerrazón de las autoridades de generar políticas públicas que frenaran la sobrepoblación y la reiterada negativa de legisladores a crear leyes a favor de la vida de estos increíbles seres.
Con el paso del tiempo y ante el incremento en el maltrato hacia los animales, principalmente los domésticos (perros y gatos), creció también en esta Ciudad el número de personas que comenzaron a exigir a nuestros gobernantes y políticos un alto a la explotación, crueldad y sacrificios injustos de que eran víctimas los animales. Un alto porcentaje de estas personas también crearon sus propios albergues, muchos de los cuales se han convertido en cárceles insalubres por la falta de recursos.
Fue así como la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en 2002 sacó la primera Ley de Protección Animal y con los años se le han hecho diversas modificaciones. La principal se dio en diciembre de 2013, cuando se reformó el Código Penal para tipificar el maltrato como delito grave, incluyendo como máxima sanción la cárcel cuando se mate a un animal de manera dolosa. Tristemente, no ha funcionado porque la corrupción permea los Ministerios Públicos.
Lamentablemente, como sucede en materia de leyes la de Protección Animal, no ha sido suficiente para detener el maltrato, abandono, explotación y crueldad hacia los animales porque la corrupción que impera en este sector es brutal.
Tan sólo la venta de animales silvestres ocupa el tercer lugar en ingresos después de la de venta de drogas y armas. La venta de perros y gatos es imparable porque las autoridades permitieron la proliferación de criaderos clandestinos y con ello la generación de diversas mafias en las que están metidos los cuerpos policiacos.
Ustedes –queridos lectores– preguntarán de qué servirá que dentro de la Constitución de la CDMX se plasme la protección animal cuando el panorama es aterrador. De mucho, les diría. Primero porque una Constitución mandata leyes secundarias que obligadamente deberán hacer los diputados locales para frenar tal injusticia y sancionar a quienes atenten contra la integridad y vida de un animal.
En esta Constitución, se establecerá que la justicia alcance a todas las especies animales, protegiendo no sólo a perros y gatos, también a los animales que han sido sacados de su hábitat para ser exhibidos en zoológicos o acuarios. Se tendrá que quitar de los espectáculos cualquier instrumento de tortura que se utilice contra los animales. Se pondrá especial cuidado en los rastros, donde se sacrifican de manera brutal y documentada a los animales para consumo humano.
La Protección animal en la Constitución de la Ciudad de México nos dará a todos los que amamos a los animales los instrumentos para defenderlos de manera individual o colectiva, sin que nos digan que no podemos hacerlo porque el perro o gato no es nuestro. Podremos exigir espacios dignos donde los animales silvestres puedan moverse con libertad y sin sentir estrés o miedo.
Los ciudadanos que reconocemos que los animales sienten dolor, tendremos la obligación de velar porque los cerdos, vacas, pollos y demás que mueren en rastros para alimentar al humano, lo hagan sin sufrimiento ni dolor. Y tal vez en unos años la fuerza de este movimiento mundial por la defensa de la vida de los animales sea tan grande que se termine con espectáculos, donde los animales son torturados para diversión de una clase que piensa que asistir a ver el sufrimiento de un toro o un gallo les da estatus de alto nivel.
Veremos en la votación del dictamen sobre la protección animal qué diputada o diputado vota en contra de que se acabe el sufrimiento de un animal…