La soriridad es un vocablo que no existe para la Real Academia Española.
A lo largo de la historia de la humanidad, las mujeres han sido tratadas de manera diferente a los hombres. Las diferencias se dejan ver en funciones que se traducen en jerarquías donde la mujer es supeditada, subyugada. ¿Cuáles han sido las causas?¿Cuándo surgió esta condición? Son varias las teorías que intentan dan respuestas a estas interrogantes, momentos históricos diferentes que dan cuenta de la condición de subordinamiento de las mujeres.
Pero también es asombroso comprobar a lo largo de la historia la existencia de mujeres que han sido capaces de cuestionar y sobreponerse a las penosas circunstancias que les ha tocado vivir; artistas, inventoras, creadoras, científicas, políticas, y muchas más que han permanecido en el anonimato.
La parte femenina ha vivido durante muchos años olvidada, y estas líneas pretenden rescatar los susurros y oídos de las mujeres; me refiero a retomar la coexistencia entre las mujeres: la sororidad como una posibilidad para echar abajo el viejo mito de “mujeres juntas, ni difuntas”. Es posible y necesario darle luz a la vida colectiva que vamos tejiendo entre todas, día a día, con redes solidarias que surgen no solo de la amistad, el parentesco, sino de la capacidad de reconocernos a nosotras mismas.
“Juntas, ni difuntas”, es un dicho popular que desconoce la contingencia de encontrarnos y construirnos, y que su popularidad se alimenta de la misoginia a través de la cual nos miramos, que explica por qué hay mujeres que se mofan o justifican cuando otra es violentada por un hombre.
La sororidad es un tema que apareció en el siglo XIX, con un auge en los años 60 del siglo XX. Fue perdiendo fuerza con el paso de los años pero se resiste a desaparecer. Es un vocablo que no existe para la Real Academia Española, pero que en la literatura feminista es definido del latín “soro”, hermana, e “idad”, relativo a calidad; por lo tanto, para el feminismo es “calidad de hermana”.
La pretensión a partir de esta palabra es reivindicar las relaciones entre las mujeres, en el entendido de que tenemos una base de intereses comunes, carencias, incluso daños. Si nos reconociéramos a partir de lo común, de un cuerpo, políticas, experiencias, la sororidad es una posibilidad para enfrentar incluso la misoginia entre las mujeres (fue penoso mirar en las redes no sólo a hombres, sino a mujeres burlarse de la violencia de la que fue víctima en días pasados la senadora Ana Gabriela Guevara).
La Antropóloga mexicana Marcela Lagarde, propone que la sororidad deberá de entenderse como una política y no como un mero llamado a la amistad entre las mujeres. La sororidad es una llamado a enfrentar la misoginia que se encuentra en todas partes, incluso en las relaciones entre mujeres.
Las mujeres hemos interiorizado relaciones donde nos autodespreciamos; desarrollamos relaciones de rivalidad, competitividad y odio hacia otras mujeres, o incluso relaciones que van a perpetuar roles de género. Estas líneas me hacen recordar a algunas jefas que he tenido en mi vida laboral. En una Universidad, una Rectora rescindió mi contrato argumentando que en mi casa me necesitaba más mi hija, que era por bien de ella que debería dejar de laborar. Una segunda experiencia, una directora de una institución de investigación me dijo que había una plaza, pero se la daba a mi compañero porque el tenia la necesidad económica de mantener una familia, yo era mujer, debería de tener quien me mantuviera.
Pero también en nuestras vidas han existido mujeres importantes, ¿qué hubiera sido de nosotros sin ellas? Solidarias, respetuosas, comprensivas, esas mujeres las encontramos en nuestras familias, trabajos, amistades, compañeras de escuela. Todas han sido muy significativas.
Es necesario que miremos a nuestro alrededor y nos reconozcamos como mujeres que tenemos la necesidad de establecer relaciones de apoyo y confianza, esto significaría modificar nuestras relaciones, establecer una manera diferente también de relacionarnos con el mundo y con el prójimo, a partir de la sensibilidad femenina.
Es decir, la sororidad va a significar un proceso de reconocimiento al otro, una posibilidad de reconciliación, un mundo sin violencia, por lo tanto no es un mundo solo y exclusivo para las mujeres, es una oportunidad de generar relaciones armoniosas con el prójimo, donde nos percibimos como iguales.
Es necesario que las mujeres hagamos pactos, pero pactos desaprendidos de una cultura patriarcal llena de estereotipos. Debemos de pactar cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad, pactar teniendo como base el principio ético del respeto a la vida de las mujeres.
La sororidad es una posibilidad para que las mujeres podamos ser a partir de las otras.
¡Gracias a todas las mujeres de mi vida!
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Doctora en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).