El espacio público se debe de convertir en un ámbito de lo común.
¿Qué es la ciudad? ¿Alguna vez caminando o descansando por la ciudad hemos hablado con alguna persona desconocida? ¿Intercambiamos miradas? ¿Le deseamos buen día?
Cuando caminamos por las calles seguramente viene a nuestra mente un conjunto de preguntas que sin duda no serán las mismas si nuestro transitar es por el día o por la noche. Nuestros cuestionamientos posiblemente estarán relacionados con el peligro, reflexiones sobre experiencias ocurridas.
Este ejercicio reflexivo nos deberá de conducir a recapacitar sobre nuestro espacio público, su narrativo, sus discursos, espacio donde estamos definiendo la forma en que nuestros cuerpos se están orientando hacia el otro. Los espacios públicos deberán de ser un objeto significativo en la construcción de nuestra vida pública.
Estas líneas intentan lanzar algunos matices sobre la necesidad de la recuperación de espacios que nos permitan un encuentro para el diálogo, y con ello una vía para la construcción de la democracia.
Pero, ¿qué es espacio público? ¿Dónde lo encontramos? ¿Bajo qué principios se constituye?
Los espacios públicos son lugar en común donde las personas tienen el derecho de circular, en oposición a los espacios privados que son restringidos por criterios de propiedad privada, o reserva gubernamental. Van a tener su origen en las comunidades sedentarias, cuando el hombre decide asentarse, y este espacio cobra importancia a medida que las relaciones sociales se van multiplicando. Cuando los caminos, las calles, se van delimitando y se va organizando la propiedad privada, se va marcando lo público. Con el proceder de la historia estos espacios que van quedando sin edificación y van adquiriendo connotaciones sociales, culturales o naturales, generándose como un espacio donde no sólo se circula, sino que debiera propiciarse las relaciones sociales.
La historia de la configuración de los espacios públicos es muy amplia, hay sucesos tan relevantes como el desarrollo del comercio, donde la necesidad de intercambio de excedentes va a llevar a la necesidad de crear espacios para nuevas funciones: la mercadería; sin embargo, no sólo se limitaba a esta función, fue un espacio propicio para la socialización, incluso el ocio.
Una etapa de la historia que los espacios públicos respondieron a necesidades religiosas, y vemos cómo se incrementa la construcción de templos e incluso ciudades que fueron fortificadas. Más tarde, en las sociedades modernas, los Estados asumen el rol de proteger estos espacios, y garantizar a sus ciudadanos un uso que satisfaga las necesidades de la comunidad. Discusiones se generaron al respecto, si estos espacios deberían de contribuir al desarrollo de la salud, o bien a funciones estéticas.
A partir de las últimas décadas del pasado siglo, se ha venido observando a nivel mundial un retraimiento del Estado en la gestión de los espacios públicos y una participación mayor de los capitales privados. Si consideramos que en la antigua Grecia los espacios públicos eran un dispositivo para generar la democracia (aún cuando las mujeres, esclavos migrantes, eran excluidos), hoy es válida la pregunta: ¿A menor número de espacios públicos, menos es la calidad democrática? Sin duda hay muchos más indicadores democráticos, pero es importante resaltar la relevancia que tiene para la construcción de lo público y con ello de la democracia. El espacio público podría configurarse como un espacio de diversidad y de empoderamiento.
La pregunta siguiente es: ¿Podemos construir espacios para la cooperación, el encuentro, el disenso y el consenso? ¿El espacio público construye lo público?
El crecimiento de las ciudades y el incremento de su complejidad, han dificultado su gestión. La cultura citadina ha privilegiado en sus espacios al automóvil y los grandes centros comerciales, lo que hace cada vez más necesario promover una visión innovadora y proactiva que lleve a los ciudadanos a la recuperación y construcción del espacio público. No se trata de una utopía, se trata de recuperar iniciativas que actualmente ya se están generando, y que recuperan el conocimiento de los ciudadanos sobre el territorio.
Hago énfasis en VIC (Vivero de Iniciativas Ciudadanas). Se trata de una plataforma abierta y, por lo tanto, gestionada a partir de la colaboración, y va a tener como fin orientar promover, difundir, analizar y apoyar iniciativas y procesos críticos con ánimo propositivo de la ciudadanía.
En esta plataforma podemos encontrar una cartografía de iniciativas ciudadanas que visibiliza la vida pública a partir de nuevas gestiones del territorio. Rehacer el espacio público, atrevernos a rebasarlo como un espacio no sólo de intercambio de miradas y posiblemente un espacio de palabras. Sino reconstituirlo como dispositivo para el desarrollo de la democracia. El espacio público se debe de convertir en un ámbito de lo común, donde exista la posibilidad de incrementar nuestra capacidad de toma de decisión, donde los ciudadanos deciden a partir de su participación; la construcción, el diseño de los lugares en que habitan, contrario a las prácticas de urbanismo que viene ocasionando procesos de gentrificación.
Nuevas formas de gestionar lo urbano traerían consigo un fortalecimiento de la ciudadanía a partir del aumento de la confianza, la cohesión, el protagonismo que involucra a los ciudadanos al desarrollo de espacios en beneficio propio.
Siendo así, entonces el espacio público es una posibilidad de subversión a la vorágine contemporánea que nos aísla.
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Dra. en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).