El cuerpo de la mujer ha sido botín y arma de guerra.
“En medio de la confrontación, el cuerpo femenino es usado como campo de batalla: los cuerpos de las mujeres son marcados como medio para delimitar territorios. Esta práctica es utilizada por todas las partes en conflicto, quienes utilizan a la mujer para conseguir objetivos militares”. Así lo indica el Informe de 1998 de la Relatora Especial sobre la Violencia Contra la Mujer, Radhika Coomaraswamy, en alusión a una forma de castigo a las mujeres que supuestamente tienen algún tipo de relación afectiva con miembros del bando contrario o que, se presume, colaboran con el “enemigo”.
La violencia sexual generalmente se presenta como una forma de humillar al adversario: es un medio para alardear ante los hombres de la parte contraria y para demostrarles que no han sido capaces de proteger a sus mujeres. Es un mensaje de castración y mutilación al rival.
El cuerpo de la mujer siempre se ha presentado como botín y arma de guerra. Si bien en el mundo terrenal se ha emprendido una batalla en contra de la violencia sexual como arma de guerra, no ha sido así en el mundo virtual, especialmente en la política.
El caso más reciente es el de Melania Trump, esposa del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Las redes sociales se han encargado de exhibirla. Ella, una mujer de 45 años, oriunda de la ciudad industrial de Sevnica, Eslovenia, se desempeñó como modelo durante muchos años, posó para fotografías sensuales, e incluso en algunas aparece desnuda. No obstante que estas imágenes aparecieron en publicaciones que en su momento muchos vieron (y disfrutaron), han sido utilizadas como misil en contra de su marido. Primero durante la campaña por la Casa Blanca y de nuevo ahora que ganó la elección.
Meses antes, The New York Post publicó de nueva cuenta las fotos donde una joven Melania posa completamente desnuda para una revista francesa para adultos. Y unos días atrás, Alicia Machado –quien levantó la voz contra Trump por misógino– publicó en sus redes sociales un post diciendo: “Nuestra Primera Dama”. La venezolana difundió una serie de fotografías ”hot” en las que Melania posa para una vieja edición de la revista GQ, en sensuales piezas de ropa interior, traje de baño o desnuda, portando solamente unas joyas brillantes.
En México se han dado ataques similares. Angélica Rivera ha tenido que lidiar con las fotos que existen de ella en su faceta previa de actriz. En los comentarios de redes es común leer: “En sus talleres ya pueden los mecánicos renovar sus calendarios”, “trae el poder entre las piernas”, “es una prostituta”, “farandulera”, “es una zorra” y “mujerzuela”, entre otras.
Llama la atención que, en medio de una sociedad que se jacta de la corrección política y ésta se lleva hasta límites a veces francamente ridículos, se denoste a mujeres simplemente por no atenerse a los estereotipos determinados para ellas. Lo más asombroso es que estas críticas prenden precisamente en grupos que se presentan como progresistas.
Es una dualidad francamente repugnante. En sociedades donde las feministas levantan su voz por los derechos reproductores, en los que se busca “sacar a la iglesia de los ovarios”, no logramos sacar los estereotipos de nuestro ideario.
Es pertinente refrendar que el cuerpo es de la mujer y no un objeto en resguardo del marido. Más aún, que el empoderamiento y respeto de la mujer no es artículo reservado a aquellas que de acuerdo con los códigos morales “se lo merezcan”. Y si se va a usar el cuerpo de la mujer como arma de guerra, que sea a favor de la lucha por la equidad, que esta batalla ha dejado ya muchas muertas para abonar a la intolerancia al cobijo de la falsa moral.
Saraí Aguilar | @saraiarriozola
Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y candidata a doctora en Educación.