Hay países en los que puede más la tradición o el conservadurismo que los sueños de las mujeres.
Podría parecer algo raro en un país con más de 1 millón 350 mil millones de personas. Hay mucha gente en esta nación, empero, en los últimos años se ha agudizado un problema de mujeres solteras, para los ojos de la sociedad conservadora china; las mayores de 25 años comienzan a entrar al club de las llamadas “mujeres sobrantes” (Sheng un). Muchas de ellas han preferido disfrutar su soltería, éxito laboral y libertad. Viajan, son consumidoras empedernidas y han encontrado sentido a su vida en una sociedad que se debate entre los efectos colaterales del capitalismo y el tradicionalismo milenario. El problema radica en la presión de la familia, los padres y la sociedad. Del tema se habla poco en China y en el extranjero algunos medios, como El País, han sacado escasos reportajes al respecto.
Por tratarse de un tema polémico, había evitado escribir del mismo; sin embargo, en esta semana tuve dos conversaciones con mujeres profesionales compañeras de la Universidad que me han dejado sorprendido. Las dos son jóvenes –para mí claro–, han tenido un desarrollo profesional digno de reconocerse, más aún en un mundo laboral donde todavía predominan en las posiciones de mayor rango los hombres.
La primera charla se dio con Lee (nombre ficticio), cuando regresábamos de un viaje académico que realizamos en una Ciudad denominada Yiwu, conocida mundialmente por su importancia en el comercio global de las commodities. Nos sentamos juntos. El viaje sería de hora y media, así que en lugar de ver el paisaje de edificios y fábricas con un fondo tenue debido a la grave contaminación que azota a muchas regiones de China, preferí entablar conversación con ella.
Al principio iniciamos con ideas muy generales pero poco a poco éstas nos llevaron al tema en cuestión. Explicaba lo difícil que es encontrar a un hombre que pueda dar un dote (dinero) a la familia de la futura esposa; tradición de la que no se habla, pero existe. “Mientras más grande es el dote, más amor es del hombre a la mujer. En mi caso, mis papás no son muy exigentes. Sólo quieren que encuentre un hombre que pueda pagar un departamento y se haga cargo de mí y los futuros hijos. Piensan devolvernos el dinero para que nuestra familia lo use. Es una especie de triángulo de amor: él da el dinero a mi familia, ellos a mí y yo a mis futuros hijos. Así de fácil. Todos ganamos”, dice Lee.
A pesar de esta “facilidad”, no ha podido encontrar un buen hombre. Tiene 33 años y su situación es complicada debido a que tiene poco tiempo para socializar y conocer así a su futuro marido. Una opción es el mercado de solteros que existe en el parque cercano a la estación de metro People´s Square (la plaza del pueblo), pero para ella una ilusión es conocer el verdadero amor; es decir, que su familia reciba un buen dote. Esos no se encuentran en los mercados de solteros.
La segunda conversación se dio en un almuerzo de trabajo con la chica encargada de atender a los profesores visitantes. La plática llevaba su rumbo normal: revisar cosas administrativas como tiempo de entrega, fecha de seminarios y otros pendientes. Espontáneamente los temas cambiaron. Primero hablamos de cómo eran los matrimonios en México, lo que dio pauta a su historia. Le expliqué de manera general. No olvido su cara de asombro cuando le comenté que en México no existe el dote como tal y que hoy en día las mujeres y hombres dejan a un lado las opiniones de sus padres para buscar pareja de manera independiente. Claro, le aclaré que como en todas partes y seguramente también en China, hay excepciones.
Tiene 27 años y para su familia es una mujer que si no se apura, entrará en el grupo de las mujeres denominadas “Sheng un” muy pronto; es decir, las sobrantes. A pesar de ello, no quiere renunciar a su vida profesional que le permite viajar, conocer gente y desarrollarse en un ambiente donde los principios de una sociedad conservadora se diluyen.
Lo malo de todo esto, dice, es que pelea con su madre de manera frecuente. Es ya una costumbre que todos los días le llama por teléfono para preguntarle si ya conoció al que será su futuro esposo. La cosa empeora cuando regresa los fines de semana a casa de sus padres. Está cansada de tantas batallas sobre el tema con ella, pero a pesar de ello, pronto viajarán juntas a Japón. No pueden desprenderse.
Sólo me resta decir que en China, como en muchas partes del mundo, en la mayoría de los casos, puede más la tradición o el conservadurismo que los sueños de los individuos. Si no, hay que preguntarles a muchos y muchas sobre el príncipe o princesa azul que arrulla sus sueños y que siguen esperando. Lamentablemente no llegará. Aquí no hay diferencia con el caso chino.
Profesor del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales del Tec de Monterrey, Campus Santa Fe. Investigador visitante del Instituto de Desarrollo de la Universidad de Fudan, China.