Donald Trump separará a niñas y niños de sus padres.
El 2 de agosto en Ashburn, en la zona metropolitana de Washington DC, el entonces candidato Donald Trump exhibía su nivel de intolerancia hacia niñas y niños. Interrumpido por el llanto de un infante, le dijo a la madre: “No te preocupes por el bebé. Amo a los bebés. Escucho a un bebé llorar y me gusta. ¡Qué bebé. Qué hermoso bebé! No te preocupes”. Sin embargo, dos minutos después cambió de opinión: “En realidad sólo estaba bromeando, puedes llevarte a este bebé de aquí” y concluyó burlándose: “Me parece que en realidad ella se ha creído que a mí me gusta que haya un bebé llorando mientras hablo. Eso está bien. La gente no entiende”. Hasta entonces Trump incluía a niñas y niños en sus discursos como cualquier político tradicional, es decir, resaltando su valor para el futuro, la necesidad de invertir en ellos para construir un mejor país y usándolos para publicidad electoral.
Cuarenta días después, escoltado por su hija Ivanka, de quien se afirma será la responsable de esa agenda, presentaba en Filadelfia su política sobre cuidado infantil. Enfocada básicamente al incremento a seis semanas a los permisos de maternidad, ajustes fiscales que incluyen deducción total de gastos, reembolso de gastos adicionales a través del Earned Income Tax Credit y deducciones ampliadas para las mujeres que asuman el cuidado en casa; así como la creación de un fondo de apoyo para el desarrollo y educación infantiles. Su propuesta es básicamente conservadora y sus mayores problemas son que no contempla la posibilidad de apoyar la incorporación de los varones a la crianza, que está dirigida a familias de ingresos medios y altos y no comprende a las familias con menores ingresos que están excluidas de las fórmulas de impuestos, y que no aporta nada a los retos actuales sobre el desarrollo infantil y las discusiones sobre la importancia de la calidad en los servicios durante la primera infancia.
El propio Trump ha señalado que para atender a los niños, tan sólo se requiere una o dos personas y algunos juegos: “You know, surely, it’s not expensive. It’s not an expensive thing”. Es en sustancia una política amigable para las familias, sin enfoque de género y que no coloca al centro a las niñas y niños pequeños.
Hoy, además es claro que no forma parte de sus prioridades, ya que no está incluida en su recién delineada agenda de los 100 días. Lo que sí es prioritario son las deportaciones, cuyo blanco inicial serán alrededor de 820 mil personas migrantes indocumentas que tienen record criminal. Y la línea que daría continuidad a un nada halagador escenario ya en curso.
Hoy vivimos ya los efecto de la era Obama, que entre 2009 y 2014 deportó a 2.4 millones de personas y se estima que para el cierre de su administración habría alcanzado a 3.2 millones. De acuerdo al Urban Institute and the Migration Policy Institute, solamente entre 2003 y 2013 las deportaciones de padres migrantes mexicanos con hijos con nacionalidad estadounidense alcanzaba a 925 mil. Trump sumará a más niños y niñas a los que hoy se encuentran separados de uno o ambos de sus padres y también incrementará el número de niños que estarán retornando con sus progenitores. En este sentido, el senador Romero Hicks, presidente de la Comisión de Educación, está demandando que la SEP formule un plan para garantizar su inclusión al sistema educativo. Estaríamos esperando continuidad en la política de deportaciones, la diferencia no estará en el número, sino en el periodo de tiempo en que se lleven a cabo.
Pero definitivamente lo que más afectará a millones de niñas, niños y adolescentes con ascendencia mexicana, es la penetración del discurso discriminador y de odio hacia todo lo que huela a tortilla, guacamole y frontera sur.
Inmediato al triunfo de Trump se han venido incrementando los episodios abiertos de xenofobia y racismo, en donde los niños “made in USA, with mexican parts”, son altamente vulnerables. Los denominados Dreamers están ya siendo blanco de acoso, amenazas y agresiones verbales y físicas. A una semana de las elecciones, se han reportado 300 incidentes raciales, pero los mensajes en redes sociales son cientos de miles. Trump ganó y con él, el permiso a la exclusión, intolerancia y exterminio de la otredad.
La incertidumbre versa hoy sobre el muro, el libre comercio y la política migratoria, pero hoy también tendríamos que estar preocupados y ocupados por el impacto de la era Trump en la vida de millones de niñas, niños y adolescentes que se verán afectados por sus dichos y hechos. Sin duda, Trump es NSFC (Not Safe for Children), o como diríamos en español: no es seguro para los niños.
Nashieli Ramírez. Directora de Ririki Intervención Social. Experta en infancia, adolescencia y sus derechos.