Si pierde Hillary ganará el discurso de la misoginia.
La elección entre Hillary Clinton y Donald Trump sigue cerrándose. Y esto no sólo divide a los estadounidenses, sino también a la clase política occidental.
En México, la definición presidencial de los vecinos se vive como nuestra. Y oscilamos de las visiones catastrofistas a los llamados a la calma.
Tenemos que prepararnos para una relación difícil, planteó el ex presidente Felipe Calderón. Y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, pronosticó que independientemente del resultado, los mercados pronto encontrarán su curso normal.
Pero en los hechos, los mexicanos estamos entrando en pánico porque más allá de filias con la ex secretaria de Estado, cada vez que Trump le pisa los talones en las encuestas, el peso se devalúa frente al dólar.
Los dilemas en juego para el próximo 8 de noviembre tienen que ver con el avance del populismo y de la antipolítica en el mundo, en contraposición con el conformismo y el estatus quo.
Para México, el triunfo de Trump significa la materialización del famoso muro que él prometió a los estadounidenses para “protegerlos de los migrantes”.
La invitación del gobierno de Enrique Peña al candidato republicano a Los Pinos ha marcado esta competencia estadounidense. Y, sin duda, el triunfo o la derrota de Trump será siempre ligada a ese hecho.
Si gana, habrá quienes digan que el gobierno peñista le ayudó a remontar al tomarlo en serio y darle un trato de futuro hombre de Estado.
Sin embargo, también será posible que los defensores de aquella decisión presidencial nos echen en cara que Luis Videgary, ex secretario de Hacienda, tenía razón cuando convenció a su jefe en tratar bien al candidato que sustentó su campaña en el sentimiento antimexicano.
Políticos cercanos al primer círculo de Los Pinos aseguran que el equipo de Peña procedió así ante la voracidad de Barack Obama y de Hillary Clinton frente a México, insatisfechos siempre con el gobierno.
La invitación a Trump, explican, fue una manera de advertirles a los demócratas que le bajaran a su voracidad económica con el petróleo y a sus críticas hacia la corrupción y la estrategia de seguridad.
En mi deseo por construir una justificación creíble, he preguntado a gente del gobierno federal y del PRI si existe un temor al triunfo de Hillary por los efectos que el factor de género tendría en México.
Mi cuestionamiento ha sido directo: ¿a poco en las filas peñistas prefieren a Trump en la Casa Blanca porque temen que esto beneficie la candidatura presidencial de Margarita Zavala?
Porque esa fue mi primera duda aquel jueves 31 de agosto en que amanecimos con la noticia de que el republicano vendría a platicar con Peña.
Fuera de grabadora, mis interlocutores siempre me han respondido más o menos lo siguiente: “Por supuesto que no, para nada, ella no nos quita el sueño”.
No obstante, en lo personal, pienso que la suerte de Hillary es la de millones de mujeres en el mundo, incluida la de la aspirante del PAN a la Presidencia de la República.
De manera que, en el plano político-electoral mexicano, creo que si la ex primera dama estadounidense gana, en nuestra sociedad se considerará más viable y posible que la esposa del ex presidente Calderón siga los pasos de la vecina Clinton.
Consecuentemente, mi hipótesis incluye el escenario de que si Hillary pierde, crecerá la idea de que la esposa de un ex mandatario tiene complicado el camino cuando pretende seguirle los pasos.
Sí, lo que estoy queriendo decir es que la suerte de la señora Clinton estará abriéndole paso a Margarita.
Pero más allá del gozo o el sufrimiento de los seguidores de la ex primera dama mexicana, el asunto de fondo es que si pierde Hillary ganará el discurso de la misoginia, el de la violencia política y verbal.
Sí, el triunfo de Trump significará que la sociedad del país más poderoso del mundo le dio su voto mayoritario a un hombre que considera que las mujeres somos objetos.
Sí, la derrota de Hillary significa que los estadounidenses avalan la visión de un hombre que grita que las pinches vaginas sucumben al manoseo de los varones populares.
Sí, pienso que más allá de las consideraciones en Los Pinos, en el PAN, en el Banco de México y en las casas de bolsa, si pierde ella, perdemos todas.