¿Qué ocurre cuando la profesión que elegimos no llena las expectativas familiares?
Un joven de barrio marginal del Estado de México participaba de un grupo que podía haber perfilado su futuro, la Fundación París, dedicada a motivar a los niñitos de barrios populares a jugar futbol para algún día ir a jugar al extranjero, y de esta manera sustraerles por años de los ambientes donde campea el crimen organizado y el narcotráfico. Todo iba muy bien, subía de categoría en el deporte y, como los demás participantes de su equipo, era monitoreado en su desempeño escolar. En términos deportivos prometía no sólo en el futbol sino también en el atletismo. De repente, no quiso seguir: “es que mi familia espera demasiado de mí”. Nadie pudo convencerlo.
Los entornos familiares juegan un papel central en cuanto a educación se refiere, muchos de los mejores investigadores que conozco de mi universidad y otras, provienen de barrios o pueblos modestos. Son producto de la cultura del esfuerzo de sus familias y de ellos mismos. Pero hay una delgada línea que separa el impulso que cualquier niña, joven o estudiante de pre-grado de una meta imposible.
Depende mucho de lo que se diga y haga en casa, de todos esos padres y madres que se desviven por anticipar cursos en la infancia, por metas deportivas excesivas o por desear figuras perfectas para sus hijas a través del ballet. Dan ganas de decirles “compra unos colores, dibújate una vida y vívela tú”. Las hijas y los hijos no pueden ser un medio de realización, ni pueden dar cumplimiento a nuestros sueños frustrados.
Es un enfoque equivocado que el éxito escolar, deportivo o artístico de una hija o hijo, sea el parámetro de nuestro éxito. Debe ser su mérito y debe de ser interesante para cada uno, y no una exigencia familiar. Y no es que no deban marcarse parámetros de rendimiento o permitirse un camino donde se excusen los errores. Las actividades deportivas, las disciplinas artísticas y la escuela, entrenan nuestra resiliencia; pero es muy importante distinguir cuáles metas son posibles. Y la manera de expresarlas es importante: “a mí me gustaría que pasara… pero la decisión es tuya”.
El momento de los fracasos es muy importante para entrenar la capacidad de rehacerse. A mí me parecen tan poco profesionales los comentaristas deportivos que después de un partido perdido comentan que se debe al mal arbitraje, y no digo que no existan casos, sino que es algo que se escucha con demasiada frecuencia.
Reconocer que no se entrenó lo suficiente, que los errores que se cometieron fueron la causa del marcador negativo, es importante. Si como padres justificamos el fracaso por los otros, estamos bordando una coraza de impunidad que impedirá que asuman las consecuencias de sus actos.
El otro extremo es esperar que todas las niñas que comienzan con una clase de gimnasia sean Nadia Comaneci o nuestros hijos el mejor de los tenores. Las expectativas pueden estar relacionadas con los talentos o, como cada vez más frecuentemente sucede, con un estándar de perfección y de prestigio social imposible para nuestros hijos e hijas.
Hay una cancha de futbol rápido en el parque de mi colonia y me molesta pasar por allí cuando hay partidos; los padres y madres vociferan, insultando a sus hijos e hijas cuando fallan en la cancha. Los perdedores además de la tristeza todavía reciben la regañiza del entrenador y los insultos de la parentela.
Dentro de esas expectativas familiares, también está la elección de la carrera Pienso en un padre le impone una carrera a una joven. Si es un macho, querrá una tradicional maestra, enfermera, trabajadora social; pero si es un ególatra deseará que sea como él: médica, abogada, contadora… La vocación es personal, es una elección del lugar social que desean, de aquello que les apasiona, para lo que tienen habilidades o que están dispuestas a aprenderlo.
¿Y si la elección no llena las expectativas familiares? Ese es problema de quien la genera y no del depositario. En la vida, como madres y padres no podemos gritar e insultar como en las canchas de futbol de la colonia. Y si hay la tentación, pues allí están las licenciaturas en línea, no para ellos o ellas, sino para nosotros. Se puede cumplir los sueños sin dejar de trabajar. La educación en línea está para que seamos lo que siempre habíamos querido ser y así ser felices.
Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.