Estudiar en el Estado de México, resulta una actividad de alto riesgo.
Resulta que mi trabajo es de alto riesgo, aunque soy profesora universitaria y no sólo eso, sino que mis alumnas también están amenazadas por el entorno violento del Estado de México, a pesar de estar vigente la alerta de género en los municipios conurbados con la ciudad de México. En esta condición están miles de universitarias que tienen que cumplir turnos vespertinos o nocturnos por el diseño de los horarios o las necesidades del crecimiento profesional.
Los recientes feminicidios en Naucalpan y las cada vez más alarmantes noticias de secuestros en el área conurbada de la ciudad de México, han sacado a la calle a mexiquenses para protestar por la inseguridad. Además, no hay día en que no tengamos que compartir una alerta amber por una menor de edad o por una mujer que está desaparecida, en nuestras redes sociales.
Entonces vale la pena preguntarse si la alerta de género está funcionando. La respuesta es un rotundo no, desde un portal digital hasta lo más importante, que son las acciones concretas de los gobiernos locales para evitar los delitos en contra de las mujeres del Edomex. En el portal una quiere revisar las acciones de los distintos gobiernos municipales para reducir el riesgo y simplemente la información no aparece. Y lo que aparece en el ámbito estatal es mínimo.
No hay evidencias de que los municipios o el gobierno estatal estén trabajando para evitar los delitos en contra de la población femenina, tampoco de la asignación de recursos para crear las unidades de búsqueda especializada o la base de datos exclusiva sobre la incidencia de actos violentos contra las mujeres, o la creación de protocolos. Y lo que es más grave, no hay evidencia de que la violencia hacia las mujeres tuviera una disminución, como lo muestran los casos recientes.
Para poder valorar la magnitud del problema, es necesario deshacerse de la concepción tradicional de que el universo de las mujeres es el espacio privado. Tener acceso sin riesgo al espacio público es de vital importancia para acceder a la educación, a las actividades económicas, a la vida política, al disfrute de los bienes culturales y para hacer deporte, entre otras cosas. La violencia de género es un acto de poder, además de estar tipificada como delito en sus diferentes variantes y está destinada a desincentivar el acceso al espacio público. Es evidente que un alto índice de violadores proviene del núcleo familiar de la víctima.
La inseguridad de las calles no sólo en los 11 municipios mexiquenses en los que está vigente la alerta de género, sino en todo el territorio del Edomex. Es una barrera al desarrollo de las mujeres que vivimos o trabajamos aquí, además de un riesgo a nuestra integridad.
En el discurso de los hechos, que es la principal medida de evaluación de la acción gubernamental, los gobiernos municipales y el estatal de Eruviel Ávila está fallando rotundamente y además de mostrar una misoginia institucional frente al problema de seguridad más agudo de la entidad.
Uno de mis peores recuerdos fue a la salida de la Universidad, hacia las 10 de la noche y de camino a casa, hacia los suburbios. Junto con otra estudiante en las mal iluminadas avenidas de la quebrada, esperamos por casi una hora un camión que nos acercara a Coacalco, rodeadas de una veintena de hombres. De alguna forma a su merced. Esa fue la vez que más miedo tuve, diría que fue un importante obstáculo en mi carrera. El panorama actual es aún peor y es responsabilidad del gobierno resolverlo.
No vamos a dejar de trabajar o estudiar en el Estado de México; vamos a exigir por todas las vías que nuestra vida sea libre de violencia. Es nuestro derecho y no vamos a aceptar que sea arrebatado.
Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.