La cuestión de que Donald Trump evada impuestos, es legal pero ¿será ético?
Pues resulta que sí, Donald Trump tenía toda la razón: el sistema está amañado, diseñado para favorecer justamente a empresarios millonarios como él. El diario The New York Times publicó las primeras tres páginas de la declaración fiscal de 1995 del candidato a la presidencia por el partido Republicano. La información establece que Trump perdió ese año 916 millones de dólares, con lo cual quedaría exento de pagar impuestos federales sobre la renta hasta por 18 años.
Trump, de hecho se ha declarado en bancarrota cuatro veces, acogiéndose al capítulo 11 que permite exenciones que ayuden a un negocio a reorganizarse sin tener que ser liquidado. El dato es importante viniendo de alguien que se jacta de ser un gran hombre de negocios.
En un evento en Colorado, Trump finalmente dijo que el hecho sólo demuestra que sabe usar brillantemente las ventajas que da el sistema fiscal estadounidense, como lo hace cualquiera. Otros defensores han ido aún más lejos. Uno de los más notorios, el ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, ha dado entrevistas a diestra y siniestra diciendo que con la evasión fiscal Trump demuestra que es un genio, nada menos. Giuliani incluso aseguró que de no aprovechar las ventajas fiscales, hubiese estado Trump en riesgo de ser demandado por sus inversionistas.
La realidad es que mientras el billonario se salvaba declarando pérdidas, las acciones de sus compañías se devaluaban arruinando a esos mismos inversionistas que, según Giuliani, estaba tratando de proteger. Y ni hablar de todos esos contratistas que han salido a la luz, a quienes no les pagó por sus servicios.
Por otro lado, en tuits a los que Trump es tan afecto, se ve cómo en años pasados criticaba a esos estadounidenses que se aprovechan de las reglas no cumplen con las imposiciones hacendarias.
Es cierto que aproximadamente 47% de la población en Estados Unidos no paga impuestos federales sobre la renta, pero en buena medida se trata de gente que no gana lo suficiente dinero, o personas de la tercera edad que ya no generan ingresos, estudiantes u otros grupos en desventaja. No se trata de ninguna manera de empresarios que estén ganando millones de dólares para su propio beneficio, como él.
Aun así está claro que Trump sólo se aprovecha de las ventajas que ofrece un sistema económico neoliberal que opera bajo la premisa de que la mejor manera de crear riqueza es facilitar y dejar libre al mercado para que empresarios como Trump generen empleos.
Pero una cosa es que sea legal y otra que sea ético. ¿Es aceptable que un hombre que tiene una fortuna de miles de millones de dólares se salga tan flagrantemente con la suya en lugar de poner el ejemplo pagando una porción más justa de lo que le correspondería en impuestos? Otros en sus mismas circunstancias lo han hecho. Warren Buffet, el tercer o cuarto hombre más rico del mundo (se da un mano a mano con Carlos Slim), se ha pronunciado abiertamente por la modificación del sistema fiscal, dado que no impone suficientes impuestos a gente como él. Buffet ha criticado abiertamente al sistema hacendario estadounidense denunciando que su propia secretaria estaba obligada a pagar (proporcionalmente) más impuestos que él.
Por supuesto sería inútil tratar de comparar a Trump con Buffet, quien también ha promovido la obligación moral de billonarios como él de dedicar sus fortunas a la beneficencia. Se sabe que Trump utiliza su fundación para esta labor altruista, pero a beneficio propio: una forma más en que el sistema le permite evadir todavía más impuestos.