A dos años de la desapariciòn de jóvenes en Ayotzinapa, las preguntas sin respuesta siguen siendo las mismas.
Hace dos años, el lunes 29 de septiembre, muy de mañana cuando el equipo de El Mañanero se reunía para detallar lo que se presentaría a partir de las 06:30 de la mañana, no teníamos muy claro qué estaba sucediendo en Guerrero.
En la mesa de juntas, Víctor Trujillo preguntaba qué estaba sucediendo en Guerrero y cuáles podrían ser las consecuencias del ataque a jóvenes normalistas de Ayotzinapa.
Le comenté que la información aún era contradictoria, en ese momento se hablaba de 57 jóvenes desaparecidos y seis personas muertas en una balacera.
El gobierno estatal, por medio de Iñaki Blanco, el fiscal de la entidad, hablaba ya de una probable acción del crimen organizado. Más allá de eso, poco se sabía de las motivaciones que originaron uno de los episodios más oscuros de nuestra historia.
Marissa Rivera nos informaba que habían sido más de dos eventos en los que hubo disparos. Así lo comprobamos después. Un ataque fue directo a los normalistas y el otro fue en contra de un equipo de futbol.
Seis muertos, el primer saldo de la noche y madrugada del 26 y 27 de septiembre de 2014. Ramiro Gómez, guerrerense y conocedor de cómo se dirimen los conflictos en su estado, argumentó que sólo un cuerpo de seguridad tenía la capacidad de desaparecer a 57 personas, pero que la presencia de los grupos criminales tenía infiltradas a las policías municipales y le quedaba un espacio para dudar de los autores materiales de la desaparición.
Poco a poco fue llegando más información. El evento de Iguala no era el único violento que se había registrado ese fin de semana en Guerrero. Un dirigente del PAN había sido asesinado en Acapulco.
El gobernador Ángel Aguirre Rivero no pronunció nada al respecto. “Algo se pudre en Guerrero”, titulamos la Galería que Brozo reseñaría esa lunes.
Pasaron los días y la información que llegaba seguía siendo contradictoria. Se acusaba a los normalistas que querer sabotear un evento de la esposa del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, lo cual resultó una mentira.
Pasaron días y el tema de los desaparecidos crecía ante la indiferencia del gobierno federal. Cada mañana, en la mesa previa a El Mañanero discutíamos cómo trataríamos este evento que ya tenía a México bajo la lupa de la comunidad internacional.
Fue entonces que se decidió poner un letrero en la mesa que compartía Víctor (Brozo) con Marissa Rivera y Polo de la Rosa. Llevar el conteo de los días transcurridos desde la desaparición de los jóvenes estudiantes, causó críticas pero también, y mayoritariamente del público del programa, aprobación.
Nunca dejamos el tema, pues comprendimos que la gravedad del hecho era trascendente no sólo para el gobierno estatal, sino que ya era un problema del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Y sí, desde el 26 de septiembre de 2014, la administración Peña Nieto quedó marcada. Se acabó el mexican moment. Peña ya no era el salvador de México. Y la crisis de Derechos Humanos se hizo más evidente no sólo para los mexicanos, sino para el mundo entero.
Las preguntas que nos hacíamos la mañana del lunes 29 siguen vigentes y no veo respuestas claras, convincentes ni contundentes:
¿Dónde están los 43? ¿Quién ordenó el ataque? ¿Por qué los estudiantes se dirigieron a Iguala? ¿Quién y por qué en el gobierno estatal no ordenó el cese de las agresiones? ¿Por qué el gobierno federal no actuó de inmediato con la Policía Federal y el Ejército? ¿Por qué el presidente Peña Nieto sigue creyendo en la versión de “La Verdad Histórica”?
Preguntas sin respuestas mientras los padres de 43 jóvenes mueren cada día y México se hunde en un abismo de violencia, corrupción e impunidad que no ve fin.