Las diferencia entre China y México se ve en las calles.
Es complicado explicar las conductas de una sociedad, su forma de organización, sus códigos de conducta y hasta su lenguaje corporal, sobre todo cuando uno es nuevo o acaba de llegar. Desde hace 4 semanas, he sido un observador paciente y sigiloso. No he preguntado de más ni de menos. He respetado la intimidad de mis interlocutores y evito caer en obviedades como algunos colegas que con su visión localista, se dejan llevar por generalidades y mitos. Con este viaje compruebo que el sentido común es el menos común entre la gente. Cuando no sé, y para no caer en visiones distorsionadas, pregunto. Fue el caso de una constante que veo todos los días: respeto a las autoridades. No hay día que no presencie alguna situación de tránsito que inevitablemente la comparo con mi marco de referencia; es decir, México. Las comparaciones son molestas y odiosas, pero si es para mejorar, me parece, son bienvenidas. Este es el caso de lo que trataré de ejemplificar con respecto a los policías en este país con cuatro casos.
Caso 1. Una mujer joven muy guapa es detenida por un policía en un crucero que revisa los documentos de los ciclistas o motocicletas que a su juicio tienen alguna situación irregular. No sé a ciencia cierta cómo lo hace o cómo escoge a los que detendrá, pero no se equivoca. Al que detiene le encuentra algo. Quizá una habilidad desarrollada con el día a día. El caso de la chica así fue. Luego de una breve inspección a su carnet de identidad y una charla, el oficial sacó una libreta electrónica, sí, electrónica, no una papeleta como las que se usan a lo largo y ancho de América Latina, y le levantó una infracción. Por más que la joven lloró e hizo berrinche, fue acreedora de una infracción que quizá evite que vuelva a manejar una bicicleta, y eso es una tragedia en un país donde el uso de la misma es una necesidad. La apariencia de la chica no influyó en nada, es decir, la que pudo ser la “Lady llorona china”, se tuvo que guardar sus sentimientos y acatar la sanción.
Caso 2. Me trasladaba al centro de la ciudad de Shanghái un día antes del grito de independencia en México. Me reuniría con la comunidad de mexicanos radicados aquí. El tráfico nocturno era peor que el del periférico de la Ciudad de México. Había llovido, lo que hacía que ni los segundos pisos de 5 carriles pudieran con tal congestión. El taxista, a pesar de ello, respetó los señalamientos de no invadir carriles prohibidos. Luego de 50 minutos, finalmente llegamos al lugar; sin embargo, el tráfico nuevamente se hizo presente. Había, como pasa todos los días en las calles de esta ciudad, labores de mantenimiento y pavimentación. En el crucero, un policía vigilaba que los ciclistas no usaran la vía destinada a ellos para atravesar la intersección por dichas reparaciones. Era peligroso. Todos los ciclistas y motociclistas que el oficial regresaba lo hacían sin reclamar. Quedé atónito. En México nadie le hubiera hecho caso.
Caso 3. Paso todos los días por un crucero para ir a la universidad. Un oficial controla el tráfico de transeúntes y vehículos. Un hormiguero. Sin embargo, cuando el policía lanza la señal en el cambio de luces del semáforo, detiene a los transeúntes que se quieren pasar con luz roja con una especie de “varita de tránsito (mágica)”. Nadie más cruza y en caso de estar por hacerlo, regresan. Con ello evitan accidentes por no respetar la luz roja. Increíble.
Caso 4. Presencio un pequeño accidente de tránsito. Los dos conductores paralizan el tránsito. No se mueven. ¿Les resulta familiar esta imagen? Llega la policía, sin bajarse de la unidad dan la señal de orillarse. Los dos obedecen. Se evitó el embotellamiento por toda una mañana.
En todos estos casos hay un elemento común: la obediencia. Sin poder explicarme esto, acudo con mi colega Francisco López, director de la oficina del Tec de Monterrey en China. Pregunto al respecto. Su respuesta fue contundente: “En China hay un respeto por las autoridades; en México, tu sabes mejor que yo lo que pasa. Creo que en sociedades donde se abusa de la democracia, se corre el riesgo de obedecer sólo cuando conviene; cuando no, es un desastre”. Me quedo pensando al respecto. ¿Será miedo u orden? No lo sé. Me quedan algunos meses más en China para averiguarlo.
Adolfo Laborde es Profesor Investigador del Tec de Monterrey. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI).