México, reducido a un espacio de una cabina telefónica, a merced de un francotirador.
Después de la visita de Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, México quedó como el personaje de la película Enlace mortal (Phone Booth) interpretado por Colin Farrell, el publicista Stuart Shepard atrapado por sus mentiras e infidelidades en un reducido espacio de una cabina telefónica, a merced de un francotirador.
México igual que Stuart, ahora se encuentra con un mínimo margen de maniobra o de movimiento posible en la relación bilateral, político-diplomática con el actual gobierno de Estados Unidos, encabezado hoy y hasta noviembre por Barack Obama, presidente demócrata.
Esta visita de Trump a México fue el resultado de una invitación del gobierno mexicano inoportuna, fuera de lugar, inadecuada, con tonos injerencistas que cayó como balde de agua fría al gobierno demócrata, que fue avisado de último momento (unas horas antes) y por supuesto para los mexicanos, fue como si nos hubieran agarrado a trumpadas o bofetadas, sin capacidad de defendernos. Una visita acordada unilateralmente por un gobierno que en estos momentos atraviesa por la peor crisis de legitimidad y credibilidad, con una desaprobación de millones de mexicanos.
Así como la reciente muerte del cantautor Juan Gabriel hizo brotar el sentimiento de unidad nacional hacia su pérdida, la visita de Donald Trump evidenció el rechazo unánime a un gobierno que parece no tener en cuenta el significado de la política exterior: “Un conjunto de principios de validez universal, que conllevan la existencia de una orientación fundamental que exprese la voluntad colectiva, un interés nacional”.
Y es que para el gobierno mexicano, el interés nacional significó menos que nada, lo que piensen millones de mexicanos importó un comino, la visita de Trump a México resultó ofensiva, concretada sin el menor asomo de sensibilidad hacia lo que millones de mexicanos en territorio o allende fronteras pudieran sentir. Y es que han sido innumerables las ofensas y ataques prepotentes y petulantes de Donald Trump refiriéndose a los paisanos inmigrantes que viven del otro lado de la frontera y que buscan “el sueño americano”, incluso para los que vivimos en territorio nacional.
Y como pilón viene Trump a confirmar en el mismísimo territorio mexicano una postura de prepotencia, sus intenciones bravuconas electoreras de construir un muro fronterizo, revisar el TLC. Luego, declara horas después que tendremos que pagar la valla.
La postura de construir un muro fronterizo es algo indignante y encaja en un discurso electoral, es una posición sumamente ofensiva. Construir un muro sería algo como el apocalipsis para una buena parte de territorio estadounidense. Habría que recordar el panorama presentado por aquella famosa película “Un día sin mexicanos” (A Day Without a Mexican), dirigida por Sergio Arau, que narra cómo sería un día en California sin mexicanos, y aquello lucía en verdad desolador.
Nos preguntamos: ¿A poco en verdad Estados Unidos construiría un muro fronterizo para propiciar algo así como un Apartheid, el cual no sólo impediría el paso de mexicanos hacia territorio americano, sino que también limitaría las acciones intervencionistas de Estados Unidos hacia México?
Independientemente de lo que vaya a suceder una vez que se decidan las próximas elecciones en EU, el gobierno mexicano hoy, de pluma y porrazo, hizo pomada los principios de una política exterior digna para los mexicanos. Confirmó lo que sustentara el investigador Fernando Carmona de la Peña en su ensayo México, Estados Unidos: “Nuestra nación representa una entidad subordinada, la preponderancia para Estados Unidos es prepotencia, la relación bilateral de nuestros países tiene cada vez más el carácter de una unidad contradictoria entre el poderoso que impone las condiciones en forma prácticamente unilateral, al débil quien voluntaria u obligadamente las acepta”. Lo peor es que Donald Trump ni siquiera es el gobernante en turno del país vecino, es un candidato al cual se le muestra abyección y sumisión por adelantado, sin tener la certeza de que será quien lleve las riendas del país vecino.
Expuestos mundialmente por el gobierno, los mexicanos quedamos en el papel de simples matraqueros electorales de Donald Trump, porque aquí y en China intervencionismo es favoritismo, preferencia, predilección, injusticia, parcialidad; quedamos como aplaudidores de campaña, hemos hecho el gran ridículo.
¿Pero qué necesidad de meternos entre Hillary Clinton y Donald Trump? ¿Qué necesidad de nuestro gobierno de intentar apuntalar la campaña presidencial de uno de los candidatos de otro país?
Unánimemente, México lloró la muerte de Juan Gabriel. Y así también, unánimemente llora por la claudicación del gobierno ante los pies de Donald Trump. El gobierno abyecto, parece no tener idea de lo que significa la política exterior: “La política exterior es la primera línea de defensa de la soberanía”, y también de la dignidad.
Sugerencias de la semana, títulos y cartelera:
Abyección fatal
PantaTrump y los obsequiadores
Trilogía Trump: Ofensas Trump, Muro Trump, Abyección a Trump
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Y del vienes, comes y te vas, al vienes, ofendes y te vas