Sus letras musicales fueron adoptadas en el lenguaje popular.
Impactados, asustados, enojados, abrazados, así reciben los mexicanos y los países de habla hispana la muerte de Juan Gabriel. Sin duda, después del taco, es la verdadera imagen de la democracia en México. Estimo que casi todos los mexicanos hemos cantado una canción de él, y entre copas y parranda, hemos llorado con ellas, nos hemos enamorado o nos hizo bailar con el Noa Noa.
Negar la influencia de Juan Gabriel en la historia musical y en la cultura popular de México, sería nadar a contracorriente. El autor más prolífico y más cantado en el continente latinoamericano y en España.
Por años hemos usado frases de sus composiciones como expresiones coloquiales: “Qué me cuentas a mí que sé tu historia”, “Pero qué necesidad”, “En este mundo nadie es indispensable”, “Te pareces tanto a mí”, precedidas siempre de un: “Como dice Juanga”.
Le cantaron los más grandes, y curiosamente la mayoría de sus intérpretes fueron mujeres. Tuvo una extraña fascinación por España y sus mejores canciones se las dio a cantantes de ese país. Rocío Durcal e Isabel Pantoja fueron de esas mujeres privilegiadas. En México, sus intérpretes más importantes fueron sin duda Angélica María y Estela Núñez. Cuando estamos de buen humor cantamos “Buenos días señor sol”. Y en el día de las madres, no puede faltar “Amor eterno”, que recuerda a las cabecitas de algodón que nos han dejado y que extrañamos tanto.
Hizo el bien sin mirar a quién. Abrió un hospicio-escuela de música para niños de bajos recursos para darles lo que él no tuvo a esa edad y era momento de regresarle a la vida algo de lo mucho que le había regalado.
Bellas Artes le abrió sus puertas en 1990 y los radicalísimos intelectuales exigían que no se le permitiera. La taquilla en su totalidad fue donada para comprar instrumentos a los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional. Instrumentos y dinero que esos intelectuales de pacotilla nunca donaron.
Nunca se cansó en el escenario, o al menos nunca lo hizo evidente. Una hora o dos horas no eran suficientes para él. Conciertos mínimo de 3 a 4 horas, sin parar, y con un repertorio que podía cambiar en cada plaza gracias a las mil 800 canciones registradas bajo su nombre. El compositor que más dinero genera a la Asociación de Compositores de México y el más “bajado” del internet con un promedio de cinco canciones POR MINUTO.
Hablar de su estilo al vestir, sin duda es un tema controvertido. Extravagante, escandaloso, atrevido, desafiante. Llego a adoptar un tipo de vestimenta que se asemejaba mucho al pianista Liberace, y en algunos casos nos recordaba las excentricidades de Elton John.
Su vida privada, la muy íntima, casi nadie la conoce. Salvo aquel libro “Juan Gabriel y yo”, escrito por Joaquín Muñoz (1985), en el que narra aspectos de la vida del cantante y donde lo evidencia abiertamente como homosexual.
Juan Gabriel nunca habló del tema, nunca dijo ni sí, ni no. Al periodista Fernando del Rincón le respondió a su pregunta de: ¿Es usted homosexual?, y de respuesta, la famosa frase ya convertida en ‘cliché’: “Lo que se ve, no se juzga”.
Sin duda, un ícono para la comunidad gay aunque él nunca se declaró parte de la misma de manera abierta. Creo que en general, en la comunidad LGBTTTI guardan cierta simpatía por el cantante.
Su legado es tan grande como su paso por el mundo. Nos llevó a sonreírle a la vida, “aunque no tengamos dinero ni nada que dar”. Nos hizo guirnaldas con puras bugambilias y nos hizo tocarnos el pecho suspirando entre lágrimas y lluvia. Nos hizo entender que “la costumbre es más fuerte que el amor”, y que la gente es más bonita y más sincera en la frontera.
Descanse en paz el artista, el hombre, el niño aquel que lloró tanto el abandono de su propia madre, que cayó en la cárcel, que durmió en bancas de parques y que sólo cargaba su guitarra por eso no se sentía solo. El hombre que superó a la adversidad y que se convierte hoy en ejemplo de que ganar las batallas de vida no son imposibles cuando tienes fe en ti mismo y pierdes el miedo al qué dirán. El hombre amanerado que hizo que los machos más machos de México cantaran con él y se pusieran de pie a ovacionarlo y adorarlo.
Hasta pronto, Alberto Aguilera Valadez, fue un placer conocerte y sé que pronto “estaremos juntos para seguir amándonos”.