Lo que una mamá se encuentra en el Metro de regreso a clases.
El pasado lunes comenzaron las clases en las escuelas de la Ciudad de México. Las mamás que viajamos en Metro con nuestros hijos, intentamos salir de casa temprano para no encontrar el transporte colectivo más allá del tope. Sin embargo, parece que el Metro siempre está saturado y sólo es cuestión de suerte el que esté despejado.
Me dio gusto encontrarme con algunas mamás que constantemente coincido. Vi cómo los niños habían cambiado: todos traían mochilas nuevas. Yo siempre viajo en el último vagón, y desde esa perspectiva me di cuenta de que todas las mujeres que traíamos niños, estábamos en la zona de los vagones para hombres, ninguna en los vagones exclusivos para mujeres.
No había reflexionado por qué no estaba, al menos yo, en el área designada a mujeres, niños y adultos mayores. Mi mente evocó algunos recuerdos: mi hijo llorando porque le habían pisado los pies con tacones de aguja y en el momento en el que interpelé a la chica culpable, recibí un “¡No es mi problema!, para qué tienes hijos”. También hice memoria de todas las veces que golpearon a mi hijo con bolsas. Y cómo olvidar las peleas que ocurren frecuentemente por un asiento.
Para no dejar que mi opinión hablara por la mayoría, decidí preguntar a compañeras mamás que conozco y que utilizan el transporte público. Nueve de 10 evitan viajar en el vagón de las mujeres por razones como: “son peor que los hombres”, “avientan a los niños”, “parece que hay un tipo de violencia legítima porque estamos entre iguales”.
Busqué en internet datos acerca de este fenómeno. Hasta el momento no he encontrado cifras sobre el tema de parte de quienes ven la separación de hombres y mujeres como una solución al problema de violencia y acoso sexual.
Sin duda, la violencia de mujer a mujer es algo que se vive a diario y debemos preguntarnos qué modelos machistas estamos reproduciendo entre nosotras, en nuestra vida cotidiana.