Disparò a su esposo por haberla deshonrado.
La segunda quincena de mayo de 1928, María Teresa Landa se convirtió en la primera Miss México. El certamen fue organizado por el suplemento semanal Jueves de Excélsior. La atrevida decisión de Landa de participar en aquel evento contradecía no sólo su formación y la de su familia, sino también las buenas costumbres de la sociedad de aquellos años. María Teresa había pasado ocho años en el colegio del Convento de Santa María y posteriormente se graduó como maestra en la Escuela Normal para maestros. Para 1928 se encontraba matriculada en la Escuela Nacional de Odontología.
Antes del concurso había perdido a su abuela y justo en el velorio, por coincidencias del destino, conoció al general veracruzano Moisés Vidal, quien comenzó a cortejarla, visitándola asiduamente en su domicilio de Correo Mayor 119. Su compañera de aula y gran amiga, Herminia Mirancha, fue quien la terminó de convencer para inscribirse al concurso de belleza, pues la propia Landa estaba segura de que sus padres no se lo permitirían: “No digas bobadas, Teche. Sabes que puedes ganar. Pocas mujeres tienen tu porte, tu figura… y esa carita de ángel. Mírate las piernas, son un poema. Levántate la falda hasta los muslos ¡No pasa nada!, si parecen hechas por un devoto santero, con eso te ganas al jurado y a Dios. ¡Levántatela más!…, sí, hasta que se te vean esos vellitos que insinúan tanto. Venga, date vuelta y desfila; contoneándote como una princesa de Versalles”.
María Teresa concursó y convenció al jurado y a Dios. Obtuvo el primer lugar y como premio fue a Galveston, Texas, para representar a México en el concurso internacional de belleza, donde sólo obtuvo un noveno lugar. Pero ello cambió su vida. Volvió al país con el mundo a sus pies. Le llovieron contratos en Estados Unidos para convertirse en modelo y estrella de cine. Sin embargo, sus ilusiones se fueron al traste. Su novio, el general Vidal la desanimó convenciéndola de que aquellas promesas eran puras mentiras publicitarias, y para consolarla le propuso matrimonio.
Se casaron por el civil el 24 de septiembre de 1928 y rentaron un apartamento amueblado en la calle de Londres, donde pocas ocasiones se les veía, pues pasaban largas jornadas entregados a los quehaceres de la libido. Los padres de María Teresa le exigieron una boda religiosa, la cual se celebró el primer día de octubre de ese mismo año.
Las obligaciones militares de Vidal los separaron por un tiempo y, en compensación, para febrero del 1929, éste invitó a su amada a realizar un viaje por Veracruz, so pretexto de presentarla con su familia.
Pero la tragedia llegó a su hogar el 24 de agosto de ese año. María Teresa vio la primera plana de un diario, quedando impávida ante la noticia que leía de que la “señora María Teresa Herrejón había puesto una denuncia ante el Ministerio Público en contra de su marido por el delito de bigamia, solicitando la detención del acusado”. Se trataba del general Moisés Vidal quien estaba casado desde 1924 y tenía dos hijas.
Cegada por el odio y la traición, María Teresa tomó la pistola Smith & Wesson calibre 44 de su marido y la descargó sobre el interfecto.
La noticia conmocionó al público: “La señorita México mató a su esposo de seis balazos”. Después del juicio (último en su tipo con un jurado popular), celebrado en la propia cárcel de Belem donde se encontraba recluida, María Teresa Landa, la doble viuda, fue exonerada de los cargos y salió en libertad. El principal argumento de su defensor: “esta mujer es alguien que disparó en defensa de sus ilusiones contra quien la deshonró”. Antes del veredicto final, el fiscal advirtió al jurado: “no se dejen seducir por la seda de la medias ni por el rímel en los ojos de la señorita”. Pero estaba dicho. La belleza de esa mujer podía convencer a cualquier jurado y a Dios.