Hillary Clinton haría bien en rodearse de asesores como los de Kennedy.
Recientemente el candidato republicano Donald Trump, dijo que de llegar a la presidencia su política exterior se inspiraría en la Guerra Fría, declaración que preocupó a propios y extraños.
“Así como ganamos la Guerra Fría, en parte exponiendo los males del comunismo y las virtudes del libre mercado, de la misma forma, debemos enfrentar la ideología del Islam radical”.
Lo que preocupa es que paradójicamente, fue una actitud radical, la que en la etapa de la Guerra Fría llevó a líderes militares y políticos estadounidenses a tomar algunas de las decisiones más desastrosas de su historia, ¿El caso más emblemático? La Guerra de Vietnam.
Una guerra que tuvo consecuencias terribles no sólo por el número de muertos que dejó de uno y otro lado, sino por las secuelas psicológicas que una guerra tan cruenta dejó en la sociedad estadounidense y la vietnamita.
En 1962 el temor en Washington era el llamado “Efecto dominó”: que un país asiático como Vietnam del Norte, que era socialista desde su fundación en 1945, extendiera su ideología por el resto de Asia, y uno a uno, los países de la región cayeran “en manos del comunismo”.
El presidente era el demócrata John F. Kennedy y a finales de 1961 su asesor militar, general Maxwell Taylor, había diseñado un plan para “salvar a Vietnam”, en el que le recomendaba el envío inicial de 8 mil soldados, y el envío posterior de muchos miles más.
La euforia por la intervención en Vietnam era creciente entre los militares del más alto rango, pero a Kennedy la idea no le convencía del todo y tenía muy cerca una voz que le advertía de los peligros de intervenir en una zona tan compleja: John Galbraith, había sido su profesor en Harvard y era el embajador de Estados Unidos en la India.
Algunas de las preocupaciones de Galbraith, era “que los estadounidenses reemplacemos a los franceses como fuerza colonial –en Vietnam- y que sangremos –sic- como ellos lo hicieron”, así se lo escribió a Kennedy en un memorándum.
Galbraith incluso consideraba que los soviéticos “no estaban particularmente deseosos de tener un conflicto en esa zona del mundo”. Ante este escenario, Galbraith le recomendó a Kennedy mantener abierta la posibilidad de una solución política, y no militar, en Vietnam.
Mientras Galbraith tenía esas preocupaciones, los líderes del ejército presionaban a Kennedy para que firmara el plan Taylor e iniciar la invasión a Vietnam del Norte. Kennedy se negó durante semanas, un encabezado del New York Times incluso narraba “Kennedy se opone a enviar tropas después de conocer el plan Taylor”.
Pero los militares siguieron presionando a Kennedy y a finales de 1961 se enviaron 12 mil “consejeros militares” a Vietnam del Sur, y después enviaron más militares… sin embargo el mandatario estadounidense tenía contemplado que todas las tropas estadounidenses salieran de Vietnam a fines de 1965.
Pero Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Texas, y su plan no se llevó a cabo, al contrario, para 1968 había 536 mil soldados estadounidenses en la zona. La guerra se extendió hasta 1975, finalizó con la victoria del ejército de Vietnam del Norte y la salida de las tropas estadounidenses.
¿Los saldos de esa guerra? Murieron más de 1.1 millones de vietnamitas, 60 mil estadounidenses y se calcula que más de 100 mil soldados estadounidenses se suicidaron a raíz de los traumas de guerra. Buena parte de la infraestructura de Vietnam del Norte quedó completamente destruida.
Al escuchar a Trump hablar de que seguirá las enseñanzas de la Guerra Fría y su combate al comunismo, para enfrentar al “Islam radical”, no queda más que recordar los efectos que el radicalismo militar estadounidense puede tener en su propia sociedad y en el resto del mundo.
La enseñanza también es para la candidata demócrata Hillary Clinton, a quien le haría bien rodearse de asesores como el que tuvo Kennedy, el profesor Galbraith, que hagan un contrapeso a las estrategias de intervención que tanto parecen gustarle a los altos rangos del ejército.