Las prioridades definitivamente se reacomodan.
El logro de la sonda espacial #Juno, al colocarse en una órbita alrededor de Júpiter, el planeta más grande del Sistema Solar, después de casi cinco años de viaje, fue recibido con júbilo y emoción por científicos alrededor de todo el mundo. Un aparato del tamaño de una cancha de futbol carga, según lo dice Scott Bolton, el científico a cargo de la misión, la tecnología espacial más avanzada que haya podido generar la humanidad hasta el momento para poner a prueba de qué estamos hechos.
Por un momento, las mentes, los ojos y los corazones se unen con un objetivo común: dar un paso importante para nuestra especie en el desarrollo de la ciencia y la exploración espacial.
Esto hace pensar sobre la importancia de estos retos y metas comunes para hacer frente a las incesantes convulsiones que sufre el planeta Tierra desde diferentes frentes. Los astronautas, hasta el momento todavía un selecto puñado de seres terrestres que han tenido la oportunidad de tomar distancia de nuestro mundo, aseguran que, de todos los conceptos inventados por el hombre, el que resulta más absurdo y sin fundamento alguno cuando se puede ver todo en perspectiva es el de las fronteras arbitrarias, divisoras de territorios y delimitadoras de privilegios.
Cuando se tiene oportunidad de observar el débil brillo de la esfera azul, donde está todo lo que conocemos y que alberga el delicado balance que propicia la vida desde la lejanía, en su absoluta precariedad, las prioridades definitivamente se reacomodan.
Cuando se pierde de la mira esta perspectiva, la historia convulsiona y puede dar vuelcos absurdos como el polémico #Brexit que vivimos hace apenas unos días. Uno de los países más poderosos del mundo decide bajarse del barco de uno de los proyectos de integración internacional más importantes que hayan logrado construir un puñado de naciones. Y, por supuesto, los que quedan sumergidos en la mayor incertidumbre son los frentes de batalla que delicadamente se han logrado levantar para dar cara a los retos comunes, incluyendo las empresas científicas.
El CERN, un verdadero ejemplo de colaboración internacional en pos de la ciencia y mediante el cual se han hecho descubrimientos con potencial de reformar los paradigmas de la sociedad moderna, como lo es la observación de la partícula de Higgs o la partícula de Dios, es un ejemplo de lo que corremos el riesgo de perder.
Como me comentó el doctor Luis Roberto Flores, el mexicano que estuvo más cerca de dicho descubrimiento, el CERN es un territorio neutro de por lo menos 27 kilómetros de circunferencia donde los científicos se concentran en la ciencia y se olvidan de cualquier cosa que pueda afectar a la hazaña.
Hoy, los ataques terroristas matan cientos en Irak, Turquía, Francia o Bélgica; la estabilidad económica del mundo se tambalea porque los ingleses decidieron que no son como sus semejantes, y en nuestro país, cansados de luchar contra el narcotráfico, la corrupción o la pobreza, ya no sabemos si los maestros son amigos o enemigos.
Pero con la esperanza de que algo nos recuerde que los problemas más grandes no van a esperar a que los humanos se decidan a unir fuerzas, lanzamos a Juno para poder voltear nuestras miradas al cielo y encontrar un objetivo común. De no servir estos esfuerzos sobrehumanos, que alguien intente explicarles, como si se tratara de personas racionales, al señor cambio climático, a las señoras enfermedades o a la señora extinción de las especies que no logramos ponernos de acuerdo, mientras Stephen Hawking, el científico más notable de nuestra generación, nos advierte que este planeta no nos va a durar mil años más.