Robaba la ropa interior de su tía para estimularse.
Una de las psicólogas que trabaja en el mismo centro de salud donde laboro, me canalizó a un joven de 17 años para atenderlo, luego de descubrir en la terapia que el chico robaba las prendas íntimas de la hermana menor de su mamá. Una vez conociendo los motivos por los que debía brindar orientación sobre sexualidad a Javier, lo cité para hablar sobre el tema una semana después.
Llegada la fecha, noté al chico avergonzado. Contó haber sido descubierto por su hermano mayor, quien dio parte a sus padres de que tomaba la ropa interior de su familiar para estimularse antes de la masturbación. Abundó que después devolvía las prendas a los cajones del clóset, sin que nadie se percatara hasta que fue descubierto y denunciado.
Como consejero en sexualidad masculina, le hice saber que a su edad, no teniendo una pareja con quien practicar la sexualidad, considerada como una necesidad humana natural como lo es el comer o dormir, no encontraba nada grave en ello, sobre todo porque las devolvía intactas a los cajones del armario, pero una vez denunciado frente a sus padres, éstos consideraron que Javier estaba cometiendo un acto “inmoral y reprobable”.
Para disminuir su grado de angustia, le compartí que en la búsqueda por satisfacer la sexualidad, ya sean adolescentes, jóvenes o incluso adultos, hay quienes son afectos a mirar pornografía en revistas o en películas, otros recurren a los juguetes sexuales o a hablar sobre sexo por teléfono. Le expliqué que mientras no se obligue a nadie a "vivenciar" la sexualidad, él debía vivirla como mejor le pareciera.
Le cuestioné si temía buscar a una novia o pareja sexual y lo negó, asegurando que lo que había hecho significaba una manera diferente de disfrutar del autoerotismo.
En la segunda intervención que tuve con él, lo noté más relajado. Sin el rubor en las mejillas de la primera ocasión y sin estrujarse las manos. En la primera entrevista fue acompañado por su mamá, y ahora tocaba el turno al padre del adolescente.
Contó que tanto la psicóloga como sus padres, influenciados por ésta, consideraban que debía acudir al psiquiatra por el “desorden” que vivía con su sexualidad. A mi parecer, tanto la terapeuta como los papás estaba llevando las cosas al extremo y generando culpas y miedos en Javier. Convencido, aseguró no sentir el deseo de incurrir en la práctica de tomar la ropa interior de la tía, así como contemplar buscar una compañera con quien "vivenciar" y compartir la sexualidad.
Lo noté travieso, divertido con la hazaña cometida y lo invité a que aprendiera a ver lo que hizo como una experiencia donde no cabía culpa alguna, así como que cuando encontrara a la compañera sexual que desea, debía usar siempre condón por dos importantes razones, una, para evitar los embarazos no planeados y la otra, las infecciones de transmisión sexual como la sífilis, la gonorrea, el papiloma humano, el herpes genital y el VIH/SIDA, por citar a algunas.
Propuse entrevistar a sus padres, quienes nunca habían abierto el tema de la sexualidad con él, con la finalidad de conocer sus puntos de vista respecto a la sexualidad de ellos y de su hijo, y prometí que lo hablado entre él y yo, era un asunto de consulta privada que bajo ninguna circunstancia ventilaría con ellos, algo que Javier aceptó con gusto.
Una vez terminada la entrevista, salí a despedirlo y a saludar al padre, quien me miró con unos ojos escrutadores, tal vez esperando que le dijera que su hijo era un monstruo por las cosas que hiciera, pero en contraparte, dije sentirlo muy “natural” y no encontrar nada de qué preocuparse.
Valoré que el padre aceptara una intervención con su esposa para hablar sobre el tema de la sexualidad, el que nunca expusieran ante sus hijos, y probablemente ni entre ellos como pareja.
Gerardo Guiza Lemus es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, es consejero sexual y autor de los libros: Masculinidades, las facetas del hombre (traducido también al alemán), En el pecado está la penitencia, La historia no convenida, Artilugios, Quizás no entendí, Tus estelas en mi espacio, y Como la flor del amaranto.
Actualmente se desempeña como educador en salud sexual masculina y como consejero en VIH/SIDA, en la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.