En sus novelas siempre habrá un hombre que prepara café al despertar.
“Asalto a las panaderías” es un cuento escrito por Haruki Murakami en 1981, publicado por primera vez en español bajo una edición de lujo (Libros del zorro rojo, 2015) bellamente ilustrada, cuya trama tiene lugar en “una vulgar panadería de barrio”.
“A medida que nos acercábamos aumentaba el olor a pan horneándose. Cuanto más intenso era el olor, más se inclinaba la pendiente que nos conducía al mal…”, dice el narrador al inicio del cuento, que comienza como casi todas las historias murakamianas, con un personaje que evoca una sensación o un sentimiento que llega a su memoria gracias una canción, un paisaje o un aroma.
El estilo de Murakami –sencillo y directo, ligero y fantasioso– ha sido criticado por los puristas literarios e incluso por su compatriota ganador del Nobel, Kenzaburo Oe, quien se refirió a él como “un talento pop de peso mediano”. No tengo ninguna autoridad académica en literatura para defenderlo en ese ring. Pero, sin duda, él es un escritor que divide a los lectores en dos bandos, justo como el sushi: hay quienes lo odian y quienes lo aman.
Como yo pertenezco al segundo bando, he leído casi todas sus obras, fascinada por las historias que me remiten a las cosas importantes de la vida, las que nos significan o dan identidad como la infancia, el lugar de origen, el primer o el verdadero amor, la amistad, la música, la contemplación de la naturaleza, el sentido del instinto y, por supuesto, la comida.
Sus fans sabemos bien que en sus novelas siempre habrá un hombre que prepara café al despertar; un soltero disfrutando de una misoshiru o un ramen instantáneo en la comida o un matrimonio que conversa sobre su día a la hora de la cena frente a un espagueti o un salteado de verduras con camarones.
La descripción de lo cotidiano –incluyendo los alimentos del día a día– es parte de su narrativa y encanto. Tal vez sus detractores –sobre todo los mismos japoneses– querrían encontrar en sus novelas imágenes de alimentos sumamente tradicionales, como la shojinryori o el matcha, pero no es así por la sencilla razón de que sus novelas son un reflejo de la sociedad japonesa moderna, que ha sabido adaptar con gracia la cultura occidental a sus tradiciones.
Vino, café, amor, sexo, ropa, música pop y comida son “el pan de cada día” en su prosa. Quizá justo por estos leitmotiv es que millones de lectores en el mundo nos identificamos con sus historias. Él sabe bien cómo (igual que mis otros autores favoritos Coetze, Baricco, McEwan y Màrai) llevarnos al fondo de un pozo personal e íntimo para preguntarnos: ¿cómo salgo de aquí, de este dolor primario, de este pasado, de esta locura, de este sueño? Y también sabe cómo resolver los finales, concluyendo que todo es relativo y, a veces, pasajero.
Hace unos días, cuando releía “Asalto a las panaderías”, me vino un antojo irrefrenable de comerme un melon pan (parecido a la concha, rebosado con azúcar) o un anpan (bollo relleno de frijol dulce, simplemente adictivo), pero también un croissant.
Aunque lo ideal para mí sería volver a las panaderías de los sótanos en las estaciones de tren en Tokio y en los pueblos de Osaka, por fortuna en la CDMX contamos con varias opciones para disfrutar de la repostería japonesa. Una de las mejores es Bimmy en Polanco, creada por las jóvenes chefs Kanako y Akiko, originarias de Yokohama, quienes unieron sus talentos panadero y repostero para crear “un espacio armónico donde ofrecer pan, pasteles, vino, gourmet y música”. Suena muy murakamiano, ¿verdad?
Y allá fui dispuesta a recrear el gozo culinario de Aomame, Tengo, Tooru, May Kasahara, Hajime y muchos otros de sus personajes memorables. La oferta de Bimmy es la de un café gourmet con desayunos a la carta, sandwiches, ensaladas, baguettes, quesos, carnes frías, vinos, cerveza y té. El lugar pequeño pero acogedor, tiene una arquitectura y decoración japonesa con estantes de madera. El pan está dispuesto en canastos forrados con lino neutro de manera que sea el producto lo que destaque. La repostería se presenta bajo la estética culinaria minimalista de Japón que privilegia la calidad y el sabor del ingrediente principal por encima de todo.
Aquí les dejo mis recomendaciones incluidas en tres menús diferentes, inspirados en las dos novelas que más me gustan de Murakami y en el cuento que da título a esta entrega.
Menú “Al sur de la frontera, al oeste del sol”. La única novela 100% realista de Murakami habla del deseo puro, del anhelo de un amor nunca concretado, de la consumación fallida de una promesa de plenitud cuya protagonista viste de seda, se perfuma con Chanel y pinta sus labios de rojo carmesí. La elección lógica es todo lo francés de Bimmy: Baguette de Ratatouille, Tabla de quesos del mundo (180 pesos), un Croissant (22 pesos), una copa de Vino (65 pesos) y la Tarta de castaña (75 pesos, una delicia francesa que los japoneses han adoptado como suya. Sólo por pedido).
Menú “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”. La obra más acabada de Murakami nos presenta la complejidad de las relaciones maritales y familiares a través de personajes tan disímiles como una adolescente desenfadada y un anciano militar de guerra que representan al Japón moderno y antiguo. Y por eso la selección es todo lo japonés de Bimmy: Huevos estilo japonés (79 pesos), desayuno de huevos estrellados bañados con salsa de soya sobre una pieza de shoku pan y ensalada de papa; Pan con curry (24 pesos) y cerveza Sapporo () o Té verde y Pay de queso matcha (52 pesos).
Y por supuesto, el Menú “Asalto a las panaderías”. Cuento en el que Murakami nos habla de los arrebatos y las dificultades económicas de la juventud. Aquí aplica el lema de “las penas con pan son buenas” y sólo se puede ordenar “cómida rápida”. Para desayunar: un Café acompañado por un Melon pan (que no tiene sabor a melón pero que lleva ese nombre debido a que al hornearse la superficie azucarada se rompe y da el aspecto de un melón) o el clásico Anpan. Pero también habrá que probar un exquisito y perfumado Croissant (que los japoneses hacen tan bien o mejor que los franceses). A decir de la Chef Kanako, sus croissants son tan crujientes y perfumados, gracias a su ideología de hacer todo muy bien y con los mejores ingredientes. Para comer habrá que ordenar una Hamburguesa con queso Gouda (107 pesos) o un Sandwich La 40 (75 pesos) y una cerveza.
Para una apasionada del pan y de Murakami, Bimmy es simplemente un sueño.